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Tema y variaciones de literatura 44
verino Salazar está en espera del trabajo de los ensayistas que pro-
fesan la mito crítica.
La novela concluye que el hombre siempre se ha hecho las
mismas preguntas y se ha inventado las mismas ilusiones. El hui-
cholito que recogió Adelaida, después se convirtió en albañil, y
otro como él, hace 400 años, cargó piedras para construir la cate-
dral. Hoy unas mujeres van a rezar a la catedral, del mismo modo
que otras lo hicieron hace cien, doscientos, trescientos años…
Después que apareció su segunda novela, entrevisté a Salazar
sobre algunas constantes de sus libros, mismas que seguirían re-
pitiéndose en toda su obra. Por la luz que arrojan a lo hasta aquí
apuntado, rescato algunas respuestas de esa entrevista.
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— ¿Hay una visión descorazonadora del mundo en tu (prime-
ra) novela?
— Sí, hay una visión pesimista porque el personaje principal
es un ser pesimista. Pero no todo está reducido al desencanto. El
doctor y su esposa, por ejemplo, dicen que todavía hay gente bue-
na en el pueblo, personas con cualidades y con nobleza. Simple-
mente escogí a la gente más fregada y sobre ella trabajé. No me
interesan tanto los buenos como los malos.
— ¿Cuál es el secreto tan buscado en la novela y que el arqui-
tecto no encuentra?
— El sentido de la vida. Él va a buscar una explicación de la
existencia. Todo lo que encontró en Tepetongo quizá se lo pudo
dar. Se la tuvieron que dar los personajes y el lector es quien la
debe deducir.
— En tus cuentos aludes al sustrato indígena (huichol) zaca-
tecano. ¿Para qué te sirve, literariamente esa alusión?
— Los huicholes han sido siempre una presencia misteriosa en
Zacatecas. Tú sabes que cruzan el estado en su peregrinación a
Durango y, de regreso a Santa Catarina, vuelven a pasar. Pasan por
Tepetongo, por Jerez, Zacatecas y de ahí se meten al desierto.
Cada año pasaban esas caravanas de huicholes y quedaron como
parte de nuestra mitología, porque nos decían, cuando éramos
pequeños, que a nosotros no nos traían las cigüeñas, sino que nos
llevaban los huicholes. ¡Y nosotros creíamos que, cuando pasaban
los huicholes, iban dejando niños en las casas!
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V. F. Torres,
Esta narrativa
…, pp. 341-344.
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