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Tema y variaciones de literatura 44
mar: nunca ha pisado sus playas, pero lo conoce gracias al caracol
que tiene en el recibidor de su casa.
Esta primera parte de la novela maneja un grupo coherente
de ideas a través de los distintos personajes. Cuando Crescencio
muere, su madre piensa que él se había salvado de mirar atrás y
contemplar el vacío que, como un surco, va abriendo la existencia.
Pero así como los hombres construyeron catedrales para llenar su
vacío, del mismo modo en que se afanaron cargando piedras sin
preguntar si su obra realmente tendría sentido, así los hombres
deben entregarse al amor para creer que llenan ese abismo, a sa-
biendas de su propio engaño:
Si todas las catedrales están fundadas en un absurdo, en una idea
falsa, qué dolor, qué tristeza. Siento toda la tristeza de los hombres
que las construyeron con sólo una idea en la mente y esta idea resul-
tó ser falsa. ¿Y qué si la vida así es de simple, monótona, absurda,
accidental, gratuita; qué si no sirve para nada? ¿Qué si es así?
3
Precisamente aquí es donde entra Juana la loca que empuja su ba-
rril hasta la cima del cerro para que después se le caiga. Es ni más
ni menos que la versión demente pero también sabia de Sísifo, el
personaje mitológico tan importante para Camus. Si el heroísmo
de Sísifo consiste en no descansar de su tarea, Juana la loca ha de
poner toda su fe en el ascenso de su barril; para ella no hay pasa-
do ni futuro, sólo el presente tiene sentido, aunque ese presente
no vaya a parte alguna.
En este orden de ideas entra también un monólogo en que
Chencho está orando: “Casi al final yo también sólo puedo decir
que no valió la pena. No sé si deba estarte agradecido por haber-
me dado, sin que yo la pidiera, esta hermosa pesadilla que se lla-
ma vida”.
4
La segunda parte de la novela es el diálogo entre un anciano
y un joven sobre una misteriosa historia sucedida a fines del siglo
XVII
y principios del
XVIII
. En ella aparecen como personajes un frai-
le y una monja quienes, habiendo quebrantado sus votos, llegan
a vivir en lo que dos siglos después sería Tepetongo. En un sueño,
la monja sabe que dará a luz:
3 
Severino Salazar,
Donde deben estar las catedrales
, p. 51.
4 
Ibíd.
, p. 60.
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