Antonio Marquet Montiel
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ciones de la madre. El día que lo conciben, ella sueña que tendrá
un hijo que causará males sin nombre, sin límite.
Llena de ansiedad, entre sollozos y gemidos refirió a su esposo el
sueño que acababa de desarrollarse en su mente, a saber; que había
quedado preñada y, como resultado de ese hecho, iba a parir, en su
día, un hijo tan pérfido y desorientado que, cuando comenzara a
crecer, causaría su propia perdición, la de sus padres, la de todo el
pueblo que los rodeaba y la de todos los humanos que se cruzaran
por su camino.
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Curiosa manera de transferir a un inocente el castigo a sus
culpas. Y es que en
Donde deben estar las catedrales
el sujeto no
se responsabiliza de su deseo.
En
Hamlet y Edipo
, Ernest Jones utiliza la trama edípica para
explicar las dubitaciones de Hamlet. Ya no se cometen el parricidio
ni el incesto en el siglo
XVI
. Ciertamente el Edipo no se unirá carnal-
mente a su madre, tampoco matará a su padre en un camino, ni
resolverá enigmas planteados por la Esfinge. A pesar de ello, es un
Edipo colonial. La rebelión no se hará contra el padre, sino contra
el sistema que representa su padre. Por ello, cuando entra en po-
sesión de su herencia, destruye su hacienda dando limosnas a me-
nesterosos. Deja los privilegios que le hubiera podido ofrecer la
esmerada educación que había tenido, y se convierte en esclavo.
Despilfarrar la hacienda de sus padres es otra forma de parricidio.
En algunas secuencias del mito, Edipo es triunfador. En dos oca-
siones se salva de la muerte. La primera al ser rescatado del abando-
no; la segunda al vencer a la esfinge. Se enfrenta a la monstruosidad
y la vence. Entonces puede seguir el camino y matar al padre, antes
de subir al trono de Tebas y desposarse con su madre Yocasta. Al co-
nocer la dimensión siniestra de sus “hazañas”, se saca los ojos y
abandona Tebas por una vida errante bajo la dirección de sus hijas.
En contraste con ello, la vida del protagonista de “La luna” es
una caída continua. De terrateniente hasta la esclavitud y final-
mente condenado por la Inquisición. Logra dilapidar los bienes
paternos y convertirse en esclavo, después de infectarse en un
burdel. La furia masoquista que lo anima, lo lleva a trabajar des-
nudo en las minas, en la construcción. Sus logros son siniestros,
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Ibid
., cap.
II
, p. 95.
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