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Tema y variaciones de literatura 44
asunto que se han planteado filósofos y novelistas a lo largo de los
años: ¿qué es más real: lo que sucede en el sueño o lo que acon-
tece en la vigilia? Dice Roger Caillois:
Los filósofos, desde Sankara hasta Pascal y Leibniz, definieron de
muy buen grado la realidad como un conjunto de sueños bien hila-
dos. Era para negar realidad al mundo exterior y presentarlo como
una fantasmagoría cuya conciencia habría de despertar algún día
[…] Para mí, en efecto, los sueños apenas tienen más sentido que las
formas de las nubes o los dibujos de las alas de las mariposas. Nada
anuncian ni revelan. Por otra parte, puedenmuy bien ser ilusorios sin que
la realidad lo sea por su lado. Pero como ocurre necesariamente
que los confundimos con la realidad, al menos cuando soñamos, no
podemos tener la certeza, cuando no soñamos, de no confundir a la
inversa la realidad con los sueños: dificultad ésta que, por lo demás,
no ignoraron los filósofos de la China y los de Occidente […]
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Otro elemento que contribuye a la extrañeza del mundo novelesco
es la constante alusión de Severino a lo simbólico: el loro represen-
ta la longevidad, los chichimecas que aparecerán en sus futuros
libros representan la libertad.
Cuando varios personajes comen de la enorme calabaza que
crece en la tumba de don Valente, son asaltados por sueños y des-
varíos como los que el muerto tuvo mientras vivió. Así, la novela
muestra uno de los varios episodios que salpican la novela y le dan
uno de los flancos de extrañeza que plantea.
El comerciante Hermenegildo lleva al valle encantado una lá-
pida que sólo contiene una palabra, Teseo, para significar que Va-
lente fue un fundador; o que mató al pretendiente de su hija que
se había transfigurado en toro.
Casi al final de la novela sabremos que en el cementerio hay
una lápida de un tal Valente Hermenegildo García Lugo, que pue-
do ser un pariente de los Reveles de la novela. Es decir, la novela
conecta con el periodo colonial que tanto indagó Severino en el
archivo de la nación y de paso dice que los hombres siempre repi-
ten las mismas cosas y ellos mismos engendran y mueren, engen-
dran y mueren…
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Roger Caillois,
La incertidumbre que nos dejan los sueños
, p. 7.
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