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Tema y variaciones de literatura 44
sensaciones delicadas, al reconocimiento de las pequeñas cosas,
más independiente o más consciente de que vivir es necesaria-
mente ser libre, percibir el susurro de las hojas, el olor de los fru-
tos, todo aquello que hemos olvidado como seres humanos…
En el caso de
Una violeta de más,
varias de sus historias acu-
den a los subterfugios señalados: el del sueño, la demostración de
una tesis o el efecto de moraleja. Por ejemplo, en “Como a finales
de septiembre”, un hombre sueña la relación platónica de su mu-
jer con otro, pero este viaje onírico se ve interrumpido por el sonar
de un despertador. En la historia “El balcón”, en sendas mecedo-
ras, una madre y su hijo observan la calle y el bosque al atardecer;
el niño, con su enorme cabeza soñadora. La madre sabe que, de-
bido a este prodigioso defecto, su hijo siempre estará a su lado y
eso la hace feliz. Es el mundo de afuera y el de ellos, vistos ambos
desde el balcón. Un día el niño huye a tocar campanas. Ella corre
a buscarlo en el bosque y piensa mientras tanto que de la cabeza
de su hijo salen mariposas. Al cabo, vuelve a su casa donde el hijo
la espera. Toda ha sido un sueño… Este escape onírico se transfor-
ma en un recurso fácil que desencanta, que destroza el efecto. La
historia había sido bien construida, con su atmósfera incluso ma-
ravillosa, y de pronto, los personajes no existen. Este punto de
giro, este desenlace constituye una renuncia estética, un declinar
narrativo, la derrota de la verosimilitud fantástica.
En otra historia, “Asesinato en do sostenido mayor”, un ban-
quero desaparece tras un espejo y su esposa lo deja ahí. No lo
mata: lo suprime al deshacerse de los espejos. El efecto fantástico
ha sido logrado, pero Tario no puede evitar la arenga filosófica, la
tesis, y nos dice que la locura es una forma de ganarle la batalla a
la mediocridad, y lo mediocre es este mundo. Para los que viven
incrédulamente, sin notar lo extraordinario, lo portentoso sólo
puede aceptarse como demencia. ¿Quién nota lo extraordinario?
Sólo la casa y la esposa loca. Al oponer lo mediocre a lo portento-
so, Tario no deja de avisarnos que se trata de una historia con la
cual desea aleccionarnos en un concepto, hay un mensaje moral
que no debemos pasar por alto. Una buena ficción ha sido echada
a perder porque el escritor nos considera malos lectores, es decir,
incapaces de advertir cómo ha sido instaurado el portento a través
del espejo. Ha tenido que decirnos “miren”, y con ello convirtió lo
fantástico en un subterfugio. De hecho, la intención del narrador
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