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Tema y variaciones de literatura 44
nor trascendencia […] esta abominable borrachera”
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que es la
vida. He aquí la tesis y, al parecer, la enseñanza. Pero ya lo sabía-
mos, habría sido preferible que no nos aleccionaran con este sub-
terfugio que, después de todo, ha resultado moralizante y ha des-
vanecido el efecto fantástico.
Si así son las cosas, preferimos la poética de
La noche
, más
deliberada, presidida por la histeria, una de las caras que asume la
angustia existencial. Sin arengas, apostando abiertamente, no por
lo fantástico, sino por la metáfora. A través del punto de vista del
otro-cosa se escenifican las costumbres de la gente extraña, como
el poeta, y se indaga en el significado de la vida ante la muerte in-
minente, en medio de esa pasión inútil que significa ser escritor.
“Cuán sensacional e insospechada es, a pesar de todo, la vida”,
se lee en “La noche de Margaret Rose”.
Considero que Tario, en una suerte de optimismo no confeso
o de esperanza negada, escribe sobre éste “a pesar de todo”,
aunque lo hace sutilmente, con desconfianza por si no vale la
pena. El amor, los días cálidos, la salud física, y lo que llega des-
pués: la inanición, las tinieblas, el temor al hastío. La vida es una
terrible contradicción, con sus fastos y declinaciones inexorables.
El punto de vista de los que cuentan es también un intento de
acercarse a la vida y sus misterios, entre los cuales la noche-muer-
te es el más exasperante. Desde lo cotidiano, la narración va invir-
tiendo el estatuto de realidad, y el sueño, la noche, se vuelven
paulatinamente más reales, tal vez para recordarnos que existimos
sin darnos cuenta, que pasamos por las cosas sin notarlas. El na-
rrador parte del mundo de los humanos, pero hablado por otros,
nos ubica primero en el lugar común, que poco a poco se va per-
turbando, dislocando, y los que leemos descubrimos esa vitrina
donde resultamos muñecos de trapo, presos de tantas formas
pueriles de vivir sin que lo advirtamos… Coexistimos, solitarios, en
la ignominia. La noche es incoherencia, genio raro.
La noche-sinécdoque es propicia para el existencialismo, y
vuelve necesaria, hasta natural, la descripción literaria, el hilo na-
rrativo, no un truco de artificio sino una sensación novedosa porque
la narra “el otro”, “lo que no somos”, de este modo se despierta
nuestro interés antropológico: queremos saber qué dicen de noso-
6 
Francisco Tario,
Una violeta de más,
en Francisco Tario,
Cuentos completos,
t. II, p. 179.
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