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Tema y variaciones de literatura 44
petuar la separación entre los ‘normales’ y […] los ‘estigmatizados’,
e inculcar esta grieta en la cabeza de los individuos.
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Pero, ¿quién es el niño cuyos restos mascan todavía los compa
ñeros de escuela de Gerardo-Brenda Berenice? Una primera inter-
pretación es que se trata de ella misma, que a través de su sueño
observa cómo los niños la devoran. Otra interpretación podría ser
que el sueño refleja la manera en que Brenda Berenice se sentía en
ese entorno hostil. Pero el niño devorado también podría tratarse
de otra persona: Fernando, su mejor amigo de la infancia.
En la misma jornada del diario donde Brenda Berenice relata
su sueño infantil, escribe un recuerdo traumático relacionado con
el mismo:
[…] Después de haber caminado veinte minutos, llegamos a la ba-
rranca. […] Desde el momento en que llegamos, Fernando se trans-
formó y no volvió a hablarme, sólo dijo que me escondiera y observara.
[…] Cuando estuvo totalmente desnudo se tiró boca abajo sobre la
hierba y se quedó ahí, quietecito, respirando muy lento y sin hacer
ningún ruido. Yo tenía miedo, querido diario, pues aquello me pare-
cía muy extraño. […] De pronto escuché un ruido; puse atención y
descubrí que un muchacho se acercaba despacito, igual que una
pantera cautelosa. Las manos me comenzaron a sudar de una ma-
nera feroz. El muchacho, que nunca pude saber quién era, escrutó
con la mirada los alrededores. Movió la cabeza repetidas veces y se
acercó a Fernando. […] el garañón se bajó los pantalones con mucha
prisa, y sin decir nada montó a Fernando. […] No supe cuándo pasó
ni cómo, pero el caso es que ya otros tres muchachos rodeaban a la
pareja y los observaban en silencio, mientras se llevaban las manos a
sus vergas excitadas. Obvio decirte cómo estaba yo. Querido diario,
qué horrible sentsación, qué insoportable desasosiego…miedo y an-
sia… deseo y temor. De pronto tuve unas incontrolables ganas de
chillar. El garañón se levantó de súbito, y Fernando continuó ahí. En-
tonces, otro de los chicos, seguramente uno de aquellos que nos gri-
taban cosas e improperios, también montó a Fernando y éste siguió
impávido, inmóvil, como si leyera la escritura de la hierba. No sopor-
té el espectáculo y salí de mi refugio con mucho cuidado para no ser
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D. Eribon,
op. cit.
, p. 31.
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