De 1883 a 1910 en 27 al'los de trabajo, unas cincuenta compañías deslindaron 63 millones de
hectáreas, a razón de mas de 2.3 millones por al'lo; en compensación recibieron 21 millones de
hectáreas, mas de 10% del territorio nacional, con un promedio de 420 000 cada una. Los 42 millones
de hectáreas que se entregaron al gobierno federal para su enajenación, salvo ,excepción, fueron
adquiridas por los hacendados, las empresas mineras y los ferrocarriles.
Puede afirmarse que las acciones derivadas de la política de los liberales, llevadas a sus últimas
consecuencias por el régimen de Portirio Olaz. incorporaron la tierra de la Iglesia
y
de las
comunidades a la economía nacional; sin embargo, el propósito de con tribuir con esas acciones a la
creación de una burguesía nacional sólo devino en una mayor concentración de la propiedad de la
tierra en manos de unos cuantos. Si bien el clero dejó de ser propietario de una considerable
superiicie del pals, los terratenientes asumieron con gusto
y
provecho las viejas
y
nuevas
propiedades. A su lado quedó el conjunto de indígenas que, a pesar de la pérdida de sus tierras
mantenía la terquedad de sobrevivir
y
que en breve expresarla con fuerza su inconformidad
y
su
revancha.
El Porfiriato, asl, abandonó de modo absoluto el proyecto liberal de crear una numerosa clase de
pequel'los propietarios,
ya
que fue incapaz de impedir la sobrevivencia de las comunidades,
fomentando el crecimiento de manera muy importante de los peones acasillados y los jornaleros en
las haciendas del norte.
Sin ser causa única, puede afirmarse que la aguda concentración de la tierra constituyó la bandera
principal de la Revolución de 1910, que se inició bajo un lema de absoluto corte polltico: Sufragio
efectivo, es decir, respeto al voto
y
no reelección.
Etapa de la revolución y la reforma agraria
El reconocimiento por la permanencia del General Porfirio Olaz, en el poder por mas de 30 al'los y el
latifundismo que se había desarrollado a su máxima expresión, atropellando el derecho comunal de
los pueblos, la miseria y la servidumbre en que vivían, los obligó a levantarse en armas y a engrosar
los diversos grupos revolucionarios que en ese entonces agitaban el país en contra de la dictadura.
A lo largo de todos los períodos de violencia revolucionaria, se planteó como demanda constante de
los campesinos del centro y del sur del país, la devolución de sus tierras comunales que les habían
sido arrebatadas y la restitución del derecho a poseerlas en común conforme a sus costumbres
ancestrales.
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