antropológica. Marc Augé define los lugares antropológicos como
lugares concretos que aluden a un suceso, un mito o un escenario de
la historia. Según Augé, un lugar antropológico es un lugar determi–
nado por los hombres que en él viven, trabajan y fljan sus señales y
límites. Depende de la geografía económica, social, política y religio–
sa del grupo cuyas reglas, a su vez, están inscritas en el espacio (Augé,
1994:53
f).
En estos lugares se condensa el poder administrativo,
religioso, jurídico y político. Augé habla en este sentido de un "dis·
positivo espacial" que pone de relieve la identidad de un grupo
(ibid.,
56). Los lugares antropológicos se definen por tanto a través del
sentido que les ha sido inscrito, el cual, a su vez, se pone de manifies·
to en la apropiación del espacio y en una organización social que se
va tornando visible.
6
Por otra parte, esa inscripción de sentido hace referencia a cierta
cualidad metafórica del espacio
(Cf
Soja, 1991). En este contexto, el
espacio es entendido como un codificado sistema de símbolos con
significados culturales
(ef
Lawrencej Low, 1990:472), a partir del
cual es posible relacionar el nivel del espacio físico apropiado con
el nivel abstracto de un espacio ocupado por el poder. En las concep·
ciones materiales del espacio, éste es representado como un reci–
piente en el que pueden ser localizados y fljados todos los lugares,
objetos y acontecimientos. Según Neil Smith, es preciso entender el
significado amplio del espacio en su relación con las condiciones
dinámicas del espacio metafórico (Smith, 1993:98). Al analizar el es·
pacio metafórico, es preciso investigar los orígenes sociales del espa-
camiento.
6
Esta afirmación de los lugares antropológicos forma parte de la clásica de fi–
nición de Augé sobre lugares y no·lugares (Augé, 1994). Según Augé, los no-luga·
res son espacios de la "sobremodemidad", construidos en relación con determi–
nados propósitos (tráfico, tránsito, comercio, tiempo libre). A éstos le faltan las
premisas de interacción
y
la historia para una identidad colectiva o común. Sim–
bolizan lo provisional
y.
no obstante, están controlados, la identidad es
rljada
por
medios electrónicos, lo cotidiano se inventa como si fuese una tradición (Augé,
1994:93
1).
En la realidad concreta de hoy, en cada lugar está dada la posibilidad
de un no-lugar,
el
lugar jamás desaparece del todo
y
el no-lugar nunca llega a
establecerse completamente. El embrollado juego de identidad, interacción e his–
toria encuentra constantemente su reflejo (Augé, 1994:94).
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