EL TEMPLO MAYOR
Los hallazgos arqueológicos de 1790
y
1978
El 21 de febrero de 1978, durante la realización de unos trabajos en
la red eléctrica, fue descubierta detrás de la Catedral una gran pie–
dra tallada. De inmediato se paralizaron los trabajos constructivos y
se informó del hallazgo al Instituto Nacional de Antropología e His–
toria,
I
al que correspondía la responsabilidad en un caso como éste.
Los historiadores identificaron en la piedra una imagen de la diosa
Coyolxauhqui.2 El hallazgo de esta antigua figura, al pie del templo
prehispánico destruido por los españoles, fue celebrado como
el
mayor descubrimiento arqueológico realizado desde 1790, cuando
fueron halladas en medio del Zócalo la piedra de Coatlicue y
el
Calendario Azteca. A partir de 1978, toda una manzana situada en
1
El Instituto Nacional de Antropología e
Historia
(INAH)
es responsable,junto
con
el
Instituto Nacional de Bellas Artes
(INBAl,
de la protección de monumentos,
y
ejerce una influencia enorme en la configuración del Centro Histórico de la ciudad.
2
La diosa Coyolxauhqui es una de las figuras más significativas en el mito de
origen de los dioses aztecas. Su madre Coatlicue, diosa de la tierra, concibió un
hijo por una pluma que cayó sobre su vientre. Cuando nació ese hijo,Huitzilopochtli,
en la montaña Coatepec, Coyolxauhqui, diosa de la luna
y
de la noche, quiso
matar a la madre
y
al hermano. Huitzilopochtli, que nació armado con una ser–
piente de fuego, defendió a su madre, mató a su hermana Coyolxauhqui y la arro–
jó montaña abajo, despedazada porIa espada
(Cf
Matos Moctezuma, 1981:15).
La
piedra de Coyolxauhqui la muestra como una figura mutilada. En la arquitectura
del Templo Mayor se reproduce el mito del nacimiento de los dioses. El Templo,
con sus muchos escalones, representa la montaña, en lo alto reina Huitzilopochtli,
el dios del sol y de la guerra, junto a Tláloc, dios del agua y de la fertilidad. Los
rituales de sacrificio de los aztecas en el Templo Mayor repiten lo que Huitzilopochtli
hizo con su hermana: los prisioneros de guerra eran sacrificados en lo alto del
templo y sus cuerpos arrojados hacia abajo como ofrendas,
de
modo que llegasen
hasta el último peldaño
(Cf
Matos, 1981: 17).
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