adoquinaron las calles y se instaló un alumbrado público (MeiBner,
1996:37). También la plaza principal, o Plaza Mayor, que hasta enton–
ces había sido más bien una lodosa plaza de mercado situada en me–
dio de los edificios representativos, fue rediseñada y reglamentado su
uso. En el lugar donde hasta entonces hubo puestos de venta móviles,
se planeó la colocación de un monumento al rey español Carlos IV.
La mañana del 13 de agosto de 1790, durante la reparación de
un canal de drenaje subterráneo, unos obreros que trabajaban cerca
de los puestos del mercado situados frente al Palacio Nacional, tro–
pezaron con una gigantesca piedra provista de unos extraños dibu–
jos. El archivo de la antigua administración de la ciudad' guarda las
ordenanzas del virrey, los informes de los arquitectos responsables,
las declaraciones de los comerciantes y recortes de periódicos, con
ayuda de los cuales es posible reconstruir hoy el suceso del hallazgo.
Es evidente que al principio reinó el desconcierto sobre lo que debía
hacerse con la piedra, hasta que el virrey, toda vez que el arquitec–
to le proporcionó datos más exactos, ordenó desenterrar el objeto
del todo. No había dudas de que se trataba de una imagen sagrada del
periodo azteca, pero no se sabía qué representaba exactamente. Sólo
en el informe del arqueólogo mexicano Antonio de León y Gama
(1735-1802), quien estuvo presente en las excavaciones, se afirma
que la piedra representaba a la diosa Coatlicue.' En un inicio, la "fea
diosa" Coatlicue (Boone, 1983:25) fue exhibida en una esquina del
Palacio Nacional. Pero cuando los indígenas comenzaron a traer cada
vez más ofrendas a la antigua divinidad, la piedra fue finalmente
colocada en los edificios de la Universidad. Pero también allí impre–
sionó a los estudiantes, hasta que los clérigos pusieron fin a la idola–
tría de los mismos haciendo enterrar la figura en el patio de esa casa
de altos estudios.'
3
Archivo Histó rico de la Ciudad, Historia de Monumentos, tomo 1, 1-69.
4
Se supone que la piedra de Coadicue
y
la del Calendario Azteca, halladas
originalmente dentro del territorio del templo, fueron trasladadas por los esp3holes
y
enterradas (entrevista con C. González, 2 defebrero de 1997).
5
Resulta interesante que la piedra haya sido desenterrada nuevamente por
poco tiempo en
1803
a instancias de Alejandro de Humboldt, a cuya disposición
se puso para propósitos investigativos. para luego ser enterrada nuevamente. Sólo
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1...,71,72,73,74,75,76,77,78,79,80 82,83,84,85,86,87,88,89,90,91,...306