de la década de 1970. Se dice, entre otras cosas, que el presidente
López Portillo tenía un interés personal en la cultura prehispánica.
Algunas personas afirman incluso que el mandatario, en su condición
de presidente de la nación mexicana, se veía a sí mismo como un suce–
sor directo de los grandes gobernantes del imperio azteca, y que por
medio de las excavaciones de las ruinas del templo quiso vincular la
visión de la suntuosa ciudad antigua con su propósito de localizar su
poder en forma material en el centro mismo de la ciudad (Mantecón,
1992:12)W
Lo que sí resulta un hecho es que fue él el primer presi–
dente que destinó una cuantiosa suma de los fondos del Estado para la
realización de este proyecto. En ese sentido, hay que recordar que el
auge petrolero en el México de fines de la década de 1970 posibilitó
el financiamiento de grandes proyectos culturales.
Si considerásemos el Proyecto Templo Mayor en un contexto ac–
tual, sería preciso tener en cuenta la situación política de la ciudad y
del país, tal como lo ha formulado el historiador Jesús]' Carrillo en
una entrevista:
El hecho de que se hayan abierto las ruinas del Templo Mayor, tam–
bién es un discurso político, no es tanto el valor histórico o cultural
de la ruinas de México-Tenochtitlan, sino es más bien una manifesta–
ción de poder; el poder de decir: "Aquí estuvo el antiguo asentamien–
to de la ciudad de México-Tenochtitlan". Esto forma parte de un
neo-nacionalismo que ha resurgido con fuerza en los últimos años
en México [...] Creo que un momento de crisis como el que vivimos,
la autoridades han decidido apoyar un movimiento neonacionalista,
y esto también se manifiesta en la arquitectura. Importantes arqui–
tectos como Teodoro González de León o Legorreta han construi–
do en el centro y han restaurado antiguos palacios coloniales.
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Un discurso del presidente confirma esta suposición:
"Aquel 28
de febrero
de 1978 sentí un poder comple to
y
absoluto: podía, por decisión propia, resaltar
las raíces fundamentales de mi país, México -hasta entonces cubiertas por otras
realidades- en el centro original de la historia. El templo de la mutiladaCoyolxauhqui
debía estarjustamente aliado de la plaza donde se encuentra el templo del cruci–
ficado, para de ese modo abrir un espacio en nuestras conciencias para esta na–
ción extraordinaria" (López Portillo, citado por Mantecón, 1992:12).
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