contra de la gran canddad de pequeños ahorrado–
res que vieron la asombrosa metamorfosis de sus
sueños de riqueza, en horrible pesadilla de miseria.
Los 373 ООО puntos que alcanzó el índice de la
bolsa en octubre se convirtieron en 106 ООО el 30
de diciembre de 1987, con la consecuente fuga de
capitales que se estima entre los dos y tres mil
millones de dólares. La respuesta oficial fue la
brusca elevación de las tasas de interés internas,
cuyo Costo Promedio Ponderado de Captación
pasó del 91.02% en septiembre a 104.29% en di–
ciembre, para crecer más en 1988. Se recurrió
también a la devaluación de los tipos "libre" y
"controlado", en la idea de que una importante
subvaluación del peso protegería al mercado nacio–
nal, en medio de una radical apertura comercial,
cuyas expresiones fundamentales, al lado del ingre–
so al
GATT
(desde 1986), fueron la reducción de los
aranceles y la eliminación de los permisos previos
de importación. El brusco crecimiento de las tasas de
interés se tradujo en fuertes presiones inflaciona–
rias que se expresaron, en diciembre de 1987, en
un 159.2% en relación con el mismo mes de año
anterior. Es decir, el año que se inicia como el más
prometedor para la recuperación termina siendo,
con mucho, el de mayor inflación y más notable
malestar social.
Pese a que, históricamente, la burocracia sindi–
cal nos ha acostumbrado a la repetición frecuente
de movimientos diversionistas, en la acepción mili–
tar del término (dícese de la realización de accio–
nes, en apariencia importantes, que atraen la aten–
ción del enemigo y lo conducen a descuidar el
objetivo sobre el que realmente se pretende ac–
tuar), que se ilustra con emplazamientos a huelga
útiles en la elaboración de listas del partido oficial
para la ocupación de puestos de elección popular,
lo cierto es que las condiciones de ingreso, consu–
mo, empleo, salud y seguridad de los trabajadores
mexicanos se presentaron a fines de 1987 como
sensibles detonadores de una crisis social en la que
peligraba, también y fundamentalmente, la legid-
midad de la así llamada representación obrera. El
líder de la
CTM,
desde 1983 había propuesto un
Pacto de Solidaridad Nacional, que consistía en la
concertación de medidas antinflacionarias, mismo
que fue calificado de demagógico por el propio
Presidente de la República. Más de cuatro años
después, con un considerable deterioro en la capa–
cidad adquisitiva del salario, el presidente De la
Madrid convoca a celebrar aquel pacto que en el
pasado consideró inconveniente -por emplear un
adjetivó indulgente. En la suma de fracasos de una
errática política económica, acompañada de la sor–
dera oficial, se explica el giro de ciento ochenta
grados mencionado.
Como ya se comentó la burocracia sindical
formuló en 1983 la propuesta de un pacto multi-
sectorial favorable al incremento de la productivi–
dad y contrario a las presiones inflacionarias que
recibió, por toda respuesta oficial, desdén y califi–
cativos de mediano calibre que hicieron suponer el
abandono definitivo de la propuesta, en virtud del
carácter heterodoxo que, en opinión del entonces
nuevo grupo gobernante, representó.
Cualquier analista político que haya abrevado
su sabiduría en textos clásicos o semiclásicos habría
encontrado insalvables dificultades para explicar la
paz social y la estabilidad política mexicanas a fines
de 1987. A la reducción neta del bienestar social,
derivada del carácter antipopular de la política
económica, se sumaron eventos, hijos de la inepti–
tud y del destino, que no hicieron sino provocar un
profundo malestar entre la población. La tragedia
de San Juanico y los sismos de 1985 no sólo mos–
traron el alto grado de indefensión de la población
urbana más pobre: también pusieron al descubier–
to la ubicación de las prioridades y preocupaciones
oficiales, extraordinariamente lejanas de la penuria
de los desprotegidos. La rebeldía social frente al
despotismo gubernamental no "estalló" hasta el
proceso electoral de julio de 1988; es decir, en
forma civilizada. En tan notorio deterioro de las
relaciones gobernantes-gobernados, la posibili–
dad de pactar algo distinto a la recuperación acele–
rada de los ritmos históricos de crecimiento y bie–
nestar sólo podía ocupar la mente de seres aficio–
nados a la fantasía. No obstante, se pactó algo
distinto: el control de la inflación, entre los sectores
campesino, obrero, empresarial y público, sobre la
base de seguirse explicando a la inflación como un
problema monetario y de demanda, ¡en medio de
una profunda crisis de producción!
La fuerza y los límites del Estado corporativo mexi–
cano se mostraron en plenitud con la firma y el
funcionamiento del llamado Pacto de Solidaridad
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