integración comercial más estrecha, donde predo
minen la apertura hacia el exterior y la desregula
ción interna, bajo el indiscutible doble propósito
de la modernización y de la competitividad, tam
bién lo es que los beneficios esperados mucho
dependerán de las condiciones en que se presente
cada una de las partes a la cita. En síntesis, la
incorporación de México al
TTLC,
aparte de difícil,
podría resultar de beneficios Hmitados.
Algunas opiniones recientes se dirigen en ese
sentido. "Parece que México se la estájugando en
grande al comprometerse con dos socios relativa
mente más desarrollados [...] Si en este caso se
elaboran reglas especiales en favor del país más
débil será un acuerdo [...] excepcional. Actualmen
te existe una rivalidad entre Estados Unidos, Ale
mania yjapón, y en consecuencia entre las regiones
que los rodean"."
Las disparidades entre estos países parecen
secundar puntos de vista como el anterior. Por lo
que a México se refiere, aparte de sus rezagos
económicos relativos y de su dependencia finan
ciera y comercial hacia la zona, la transformación
productiva desarrollada se ha alejado del impulso
exportador condicionando la aparición de su con
trario, es decir, la desviación importadora funda
mentada en la importación manufacturera, sobre
todo de las grandes empresas que, entre otros,
provocó un déficit comercial extemo de conducta
preocupante en la lógica de las condiciones ac
tuales.
Las características del acuerdo entre las partes
determinarán, finalmente, las expectativas para ca
da una de ellas. Por lo pronto, en aras de reducir
la incertidumbre, México debe instrumentar una
estrategia de crecimiento que rebase lo temporal y
acelere la diversificación de sus exportaciones
y mercados; asimismo, debe negociar un
TTLC
que
determine mecanismos de solución efectiva para
los compromisos no asumidos ante prácticas varia
das de proteccionismo por parte de países con
vocación exportadora.
^ Louis Johan, director del Centro de Desarrollo de la Orga
nización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE),
Excelsior,
México, septiembre 27 de 1992.
LAS PERSPECTIVAS DE LA ECONOMÍ A
ESTADOUNIDENSE
Una de las más grandes variables explicativas del
proceso electoral estadounidense y de sus resulta
dos previsibles es la situación económica de aquel
país y lo que, desde la opinión de los electores, se
juzga como una política económica errada. El cre
ciente desempleo, la reducción de la inversión, la
construcción de lo que Carlos Fuentes llama "el
tercer mundo dentro de las economías centrales",
la conversión que ha sufrido Estados Unidos, de
acreedor en deudor de la economía mundial, la
correspondiente a la emisión y recepción de inver
sión extranjera, la derrota comercial en las manu
facturas donde mayor competitividad se alcanzó, la
falta de protección a una ancha franja de la indus
tria estadounidense, y el crecimiento de la carga
impositiva desde 1990, son elementos que han
provocado una invencible desconfianza del pueblo
estadounidense hacia sus gobernantes actuales. To
do ello parece ser el resultado de una pretensión
republicana de reorganizar el mundo, descuidando
su propia economía y convirtiendo en nada la
agenda social, a lo que ese pueblo se acostumbró
desde hace muchas décadas.
Existen demasiadas evidencias respecto al fu
turo incierto de la economía estadounidense, que
arrancan desde la falta de consenso respecto a los
problemas que deben ser atacados y la forma más
adecuada de hacerlo. Desde la perspectiva del ac
tual gobierno, la crisis en curso se observa como un
problema de consumo insuficiente y, en conse
cuencia, la propuesta pertinente se basa en una
reforma fiscal que estimularía el consumo al redu
cir la carga impositiva, propuesta que, desde inicios
de 1992, file rechazada por el Congreso de aquel
país. Desde la visión demócrata, a la que se une
buena parte de los juicios de académicos y consul
tores especializados, el problema central de la eco
nomía estadounidense no es el del consumo redu
cido, sino el de un ritmo muy lento en el cre
cimiento de la inversión y de la ocupación, con el
agravante de que, donde ha crecido el empleo, por
ser de muy baja calidad, crece con notable lentitud
la productividad (4% promedio anual durante los
ochenta, mientras Japón, por ejemplo, logró un
crecimiento de 20% anual en el mismo periodo).