"En los Estados Unidos, ¡os dos profetas de la gran rebelión
conservadora son, por supuesto, Howard Jarvis y el profesor
Milton Friedman, ambos de California. El primero es un cru–
zado tallado a golpes de hacha, el segundo encarna magistral-
mente el papel de una fuerza moral e intelectual. En la estela
de ambos nadan cardúmenes de peces menores: Paul Cann, el
profesor Arthur Laffer, William Simon y el ex gobernador de
New Hampshire, Meldrim Thompson, la señora Margaret
Thatcher y Keith Joseph, en la Gran Bretaña, asi como tam–
bién, con un más acentuado carácter pragmático.
Raymond
Barre en Francia y a Menachein Begin, en Israel. Pero, además
en los otros países industriales están surgiendo espíritus afi–
nes, reales o supuestos.
Un caso extremo, aunque transparente, está representado por un
nuevo movimiento ideológico en el escenario político estadouniden–
se, el movimiento libertario. Este "considera que la existencia del
Estado es el mal supremo que hay que combatir | . . . | su objetivo es
la desaparición del Estado pero dentro del marco de un sistema so–
cial en donde todas las funciones públicas serían privatizadas —de
donde [surge] la denominación de "anarcocapitalistas", reivindica–
da por algunos de sus dirigentes, como David Friedman, hijo del
premio Nobel".
En Estados Unidos esa rebelión
conservadora
provoca la llegada
al poder de Ronald Reagan. Además "los maniáticos de la autori–
dad, que oyen voces en el aire, destilan su frenesí inspirados en
algún mal escritor académico de algunos años atrás".^' De esta
manera se consolida Friedman. Y, con él, la obra y el cuadro de
actores de la contrarrevolución monetarista, que es, para decirio
con palabras de Gaibraith, una "sublevación conservadora" que se
dispone a dar el jalón definitivo a la contrarreforma económica y
la política del programa monetarista.
La contrarreforma económica y política enmascarada en el pro–
grama ideológico del monetarismo bastardo de la reaganomía inten–
ta cancelar los logros sociales obtenidos gracias a las luchas de ios
trabajadores y a una larga tradición democrática, han sido incorpo–
rados en la legislación y en el orden público. Se pretende cancelar al
Estado administrador de la demanda, que tuvo éxito al impedir que
el desempleo regresara a los intolerables niveles de los años treinta,
y desarticular al Estado benefactor, que ha trabajado para corre–
gir la distribución inequitativa det ingreso inherente al sistema
de mercado Ubre por medio de prestaciones, que han sido incor–
poradas al patrimonio social de la nación, como educación gratuita,
seguro de empleo, vivienda, seguro social, etc. Esto ha sido ex-
puesto con claridad por James Tobin:
"Para la revolución que tuvo lugar hace unos 35-45 años atrás,
la reagonomia es, al igual que el thatcherismo en el Reino
Unido, la contrarrevolución política e ideológica. Tal y como
la teoría keynesiana inspiró la revolución, asila ola de reacción
profesional contra la síntesis de los keynesianos y ¡as doctri–
nas neoclásicas convertidas en ¡a ortodoxia de ¡os años sesenta
es ¡a que ahora sustenta ¡a contrarrevolución.
"Me he referido a una contrarrevolución, de manera que
debo recordar la revolución a ¡a cua¡ se contrapone. Esta tuvo
¡ugar hace unos 35-45 años atrás, justamertte antes y después
de la Segunda Guerra
M u i .
iial, en este país y en otras demo–
cracias capitaiistas occidentales. Chmbios radicales ocurrieron
en la práctica de ¡a poÜtica económica y en ¡a teoría de ¡a
economía poUtica. La viva memoria de la Gran Depresión
creó un consenso general en que el Estado debía asumir res–
ponsabilidades para mantener a los ciudadanos contra ¡as in–
seguridades inevitables de la vida en una economía de merca–
do. El 'New Deal' en Estados Unidos y ¡os movimientos social-
demócratas en Europa fueron los agentes de estos cambios.
También expandieron la inversión pública en escuelas, habita–
ción, transporte y otros bienes públicos; y aumentaron el
poder que los trabajadores, las uniones de comercio y los grari-
jeros tenían en el mercado con relación a ¡as empresas. Du–
rante tres decenios de ¡a posguerra estos cambios fueron am-
püamente aceptados por todos ¡os principales ponidos políti–
cos y se hicieron extensivos a los gobiernos de varios colores
políticos. Sin embargo, murmullos de descontento se han
estado oyendo en volumen creciente a lo largo de los últimos
quince años, solamente los contrarrevolucionarios han ganado
poder político.
"Dos leyes del Congreso simbolizan ¡a revolución. La Em-
p¡oyment Act [Ley de empleo] de 1946 que concedía facul–
tad al Gobierno Federal para el logro del ^máximo empleo,
producción y poder de compra'. Diez años antes, conforme a
¡a 'Social Security Act' [Ley de Seguridad Social], e¡ Gobier–
no Federa¡ reconoció ¡a obligación de protegerá los ciudada–
nos contra los infortunios económicos personales ta¡es como
quedme $in trab(ijo, carecer de fondot en ¡a vejez o sufrir la
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