denar la lucha por el poder mientras glorifican la lucha por el
lucro ".^
En su lucha contra el Estado keynesiano, los monetaristas em–
prenden una ofensiva clara y abierta en ambas direcciones: a ias
clases trabajadoras las llaman a combatir contra el "Estado pro–
tector" de los grandes monopolios que impide el desarrollo det
modelo competitivo de mercados "socialmente justo"; a la clase
capitalista ta convocan a luchar contra el Estado benefactor, regu–
lador e inversionista que perpetua la pobreza (a pesar del gasto
social), obstaculiza la capacidad innovadora empresarial (exceso de
regulación) y provoca la inflación (por exceso de gasto público):
"Dicho de otro modo, frente a los pobres los 'neoliberales'
presentan al Estado como el instrumento de los ricos, pero,
frente a los ricos, lo presentan como una burocracia parasita–
ria que se desarrolla a sus expensas. Todos los medios son bue–
nos para suscitar la rebelión general de los ciudadanos 'contra
el Estado'. Sin embargo, ¿apunta verdaderamente esta rebe–
lión al Estado en general o, quizá, solamente a algunos de sus
aspectos, reforzando, por lo demás, otros?"^''
E l
modelo neoliberal eleva los postulados del libre mercado, de
la Ubre empresa y del libre comercio hasta sus últimas consecuencias ;
esto es, "hasta la cristalización de la ley del más fuerte, la ley de
los m o n o p o l i o s L o s neoliberales se oponen (como se ha docu–
mentado en el "monetarismo bastardo" y la reaganomía) a la le–
gislación antimonopólica, aduciendo que es un freno a la capacidad
innovadora y competitiva de la empresa, cuando en realidad dichas
leyes tienen por objeto eliminar las "barreras a la entrada" de otras
empresas a los mercados controlados por monopolios, es decir,
pretenden promover la competencia "leal" en los mercados.
Nuevamente la ideología parece obscurecer el razonamiento ló–
gico y consistente de los creyentes en las leyes del mercado libre.
El ataque neoliberal contra el Estado keynesiano implica, más
que su desaparición, su "privatización".
Con
ello se intenta que
éste cambie sus funciones para convertirse en un Estado autorita–
rio que permita reprimir y controlar a los grupos marginados por el
mercado. La
ley de libre mercado
es la ley del más fuerte y por
ende da origen a la
ley marcial,
al
fascismo de mercado.
Tal como
ha sido descrito de una manera objetiva, profunda, lúcida y con–
tundente por el Premio Nobel de Economía, Paul Samuelson:
La solución del diablo (que nada soluciona) "Me refiero, desde
luego, a la solución fascista. Si el mercado eficiente es política–
mente inestable, entonces los simpatizantes del fascismo conclu–
yen: deshagámonos de la democracia e impongamos a la sociedad
el régimen de mercado. No importa que tengamos que castrar al
sindicalismo y enviar a ta cárcel o al exilio a tos molestos intelec–
tuales. . .
Digamos que si Chile y los "Chicago Boys"no hubieran
existido, hubie'ramos tenido que inventarlos como paradigma. . .
La más reciente edición de mi texto sobre economía tiene una
nueva sección dedicada al desagradable tema del fascismo capita–
lista. . • He aquí cómo describo al
capitalismo fascista:
ho6
generales y almirantes toman el poder. Barren a sus prede–
cesores izquierdistas, exilian a sus oponentes, encarcelan a lo« in–
telectuales disidentes, reprimen a tos sindicatos, controlan la
prensa y toda ta actividad política...
Empero, en esta variante del fascismo de mercado, los dirigen–
tes militares entregan toda la economía a fanáticos religiosos,
fanáticos cuya religión es el mercado de
laissez faire.
.. Entone»,
hacen retroceder el reloj de la historia.
Se deja libre el mercado
y se controla estrictamente la oferta monetaria.
Sin ta transferencia de pagos por seguridad social, los trabaja–
dores deben trabajar o mofir de hambre. Ahora, los desempleados
contienen el crecimiento de ta tasa competitiva de salarios. La in–
flación puede reducirse y hasta desaparecer.
Si el índice de producción se eleva y la inversión extranjera
entra a raudales, ¿cuál es entonces el motivo de queja? Dejando a
un lado la libertad politica, en este modelo se tiende, sin duda,
a un crecimiento significativo del grado de desigualdad de los
ingresos, el consumo y la riqueza.
La historia no conoce un caso en que el fascismo haya triunfa–
do, incluso en sus propios términos económicos,
durante un pe–
riodo prolongado. Por desgracia tales sistemas no pueden evolucio–
nar hacia democracias normales. Sólo pueden mantener las liber–
tades comerciales imponiéndolas a sus electores populistas.
Los
dictadores
no se atreven a aflojar su dominio.
Nunca saben cuánta
disensión están reprimiendo".*
Es así que el neoliberalismo necesita un Estado autoritario para
funcionar.
Esta paradoja de la realidad actual contrasta con lo que suponía
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