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Tema y variaciones de literatura 44
vida. Paulina comparte una casa con otras dos jóvenes adultas,
esto en la ciudad de Zacatecas, en tiempo actual.
Esa casa —alquilada— la compartía [Paulina Zúñiga] con dos chicas:
una profesora de matemáticas de la universidad, muy guapa y joven-
cita. Se llamaba Rafaela Vera. Poseía la perfección y belleza de un
árbol con espinas, al que nadie se podía trepar. Sólo ciertos pájaros
eran capaces de visitarlo y salir cantando de sus ramas, ilesos, sin ras-
garse las alas. La otra chica era Jo Lavell, una media jipi extemporá-
nea, que estaba escribiendo —con una beca— su tesis de doctorado
sobre Luisa Josefina Hernández, y que por alguna misteriosa razón
había decidido quedarse a vivir dos años en Zacatecas.
3
Desde el proyecto de la novela y los primeros borradores, estimu-
lado por ciertas conversaciones, apareció poderosa esa buena ten-
tación: dar plena vida a Rafaela Vera y a Jo Lavell. Era un reto de
geometría narrativa. Habría escenas repetidas, pero desde distinto
personaje, de modo que el foco cambiaría drásticamente la pers-
pectiva; habría espacio para un ejercicio jamesiano de espejos obli-
cuos, interesados e imperfectos; habría monólogos interiores en
que cada muchacha juzgara a sus amigas… el lector obtendría un
nuevo y ambicioso tríptico donde la tridimensionalidad sería pro-
vista por tres mujeres. Sus vidas, sus misterios íntimos, sus veladas
aventuras con ostentosos afloramientos. El rejuego en la geome-
tría narrativa implicaría al mismo tiempo el desarrollo de tres líneas
paralelas que no se tocarían en la medida de que la convivencia
entre ellas no afectaría ni modificaría drásticamente lo que cada
una de ellas habría de vivir; pero al mismo tiempo la etapa de con-
vivencia ofrecería pliegues que revelarían que ninguna convivencia
es hermética sino porosa con comunicaciones y contagios impre-
cisables. Habría tres novelas paralelas que formarían una pirámide.
La escena nodular está ya en
La locura de las flores
: la plática en la
cocina entre las tres amigas. Es a ella que el autor debería esforzar-
se por traer al lector, tres veces, y las tres sorprendiéndolo de estar
ahí, de nuevo con tres jóvenes mujeres tomando el café y hablan-
do, haciendo temblar sus vidas entre pláticas de mujeres solas.
(Anotemos, además, que la primera aparición de Paulina
Zúñiga acontece en el cuento “No hay muerte mayor” de
Las
3 
S. Salazar, “El imperio de las flores”, Plaza y Janés, 2004, pp. 19-20.
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