urbanistas y especuladores se unieron en 1930 y presentaron al
gobierno sus propuestas para la urbanización de una ciudad moder–
na. Formularon una ley que debía garantizar la protección y rehabili–
tación de la arquitectura colonial del centro, así como liberar las calles
de ambulantes, dejándolas libres para el tránsito (Cisneros, 1993:46 f;
Davis, 1994:77).6 Se aspiraba a una arquitectura que, teniendo en
cuenta las antiguas formas de la ciudad, pudiera materializar una nue–
va identidad. En una mezcla de
art deco,
funcionalismo y elementos
regionales, surgió un estilo que hoy se conoce como estilo neocolonial.
Esa arquitectura debía poner en claro que la era del porfiriato, carac–
terizada en gran medida por sus influencias europeas, había sido re–
emplazada por algo propio (entrevista con el arquitecto
J. J.
Carrillo,
15 de agosto de 1996). El Zócalo se convirtió en un lugar fundamen–
tal
para la materialización de esos conceptos arquitectónicos. El hotel
Majéstic, situado en el complejo de edificios erigidos sobre los anti–
guos Portales de Mercaderes, desempeñó en este sentido un papel
decisivo:
En
el
siglo
XIX
debió ser una plaza con una vida diferente. Además de
cumplir con los fines administrativos
y
económicos la plaza era un lu–
gar de esparcimiento. En el jardín del Zócalo las personas paseaban los
domingos
y
en noches de luna llena. A menudo se celebraban fiestas
religiosas en la plaza. Era una plaza que representaba más el poder de
la iglesia que el del gobierno. Después de la revolución, con
el
nacien–
te nacionalismo, se buscó una arquitectura que respondiera a las ne–
cesidades de una nueva identidad mexicana; entonces se construyó
el
hotel Majéstic (entrevista con
J. J.
Carrillo, 15 de agosto de 1996).
El hotel Majéstic fue restaurado en estilo neocolonial e inaugurado
en 1937 como un hotel de lujo.
La
decoración interior del edificio
6
Este modo de proceder provocó protestas en la población, sobre todo de los
ambulantes, que vieron amenazada su base de sustento material
(el
capítulo
n,
5).
Sin embargo, los ambulantes eran sólo un grupo de los muchos que utilizaban el
espacio público para acciones de protesta. Según Davis, en la década de 1930 el
espacio público fue utilizado continuamente por una opinión pública de la oposi–
ción. Las calles nunca estaban tranquilas, siempre había agitación en forma de
mítines o manifestaciones (Davis, 1994:87).
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