tores son el problema, sino más bien una consecuencia de la econo–
mía capitalista. Porque arriba, el sistema económico en México se
beneficia de la venta ambulante, o sea, no puede prescindir de ella
(entrevista con Rubén, 3 de septiembre de 1997).
El Güero,
por el contrario, estableCÍa una distinción entre una
corrupción sana
y
una enferma. Después de todo, mediante la co–
rrupción sana sobrevivía mucha gente. Si los inspectores mejoran su
mal salario con los tributos de los ambulantes, eso es parte de un
ciclo, porque finalmente ellos, los ambulantes, también hacen un buen
negocio. Además dice que aunque al principio uno no quiera tener
nada que ver con la corrupción
y
haga su trabajo según lo estableci–
do, es decir, expulse a los ambulantes no registrados, eso no es útil
para nadie.
Al
cabo de un tiempo se aprende cómo funciona la vida
y
el negocio aquí en México es lo mismo a todos los niveles. Uno se
hace corrupto
y
más corrupto,
y
pronto tiene la imagen de malo, de
mala gente (entrevista con
El Güero ,
14 de agosto de 1997).'°
Otro inspector describe la situación mediante el concepto de "to–
lerancia". Aunque sea su tarea obstaculizar la venta ambulante en el
centro, se trata, sin embargo, de mantener una cierta forma de tole–
rancia. Si uno en realidad expulsara del centro a todos los ambulan–
tes, los cua les son seguramente más de
10
mil , habría
10
mil
desempleados más
y
10
mil familias que no tendrían nada qué comer;
por eso debía haber tolerancia (entrevista con Simón S. ,
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de agos–
to de 1997).
La venta informal se reproduce, por lo general, como un cuadro
"típico" de las relaciones no controlables o incluso caóticas de las
megametrópolis. Si se observa más de cerca esta práctica cotidiana,
se evidencia que la situación, que desde fuera parece desordenada,
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Pude sentir cuán rápido cae uno en este torbellino: una tarde quería com–
prar un par de lápices en la calle Moneda. Cuando iba a pagar, de pronto
El Güero
me sujetó por detrás
y
me quitó los lápices de las manos. Los muestra a la vende–
dora, quien reconoce
al
inspector
y
le indica que yo me disponía a pagar.
El Güero
parece decepcionado
y
dice que si quiero entender lo que es la corrupción, tengo
que tomar parte en ella. Sin embargo. rechacé su ofena, porque un posicionamien–
to
tan
evidente hubiera
puesLO
en entredicho mi "neutralidad" en el Zócalo.
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