LA BANDERAYLA EXPLANADA
La bandera
La plaza del Zócalo es un lugar inhóspito . La inmensa explanada no
ofrece lugares de sombra ni sitios donde sentarse. Uno se siente en
ella extrañamente desorientado, no existen puntos de referencia. Sólo
el astabandera en medio de la plaza establece una marca, un centro
claramente definido, un lugar concreto. Por eso no asombra que el
asta sea usada muchas veces como punto de encuentro, un lugar que
no admite equivocaciones. Si la cita es alrededor del mediodía, el sol
azota a uno fuertemente en la cabeza desprotegida. En medio de la
plaza, la gente se sitúa en una larga fila sobre la estrecha banda de
sombra del asta; a la sombra de la propia bandera se paran muy jun–
tos unos alIado de los otros, desplazándose según los movimientos
del enorme estandarte que ondea al viento. La formación de perso–
nas parece una ilustración de la bandera sobre la plancha de concreto
de la plaza.
Cuando visité por primera vez la ciudad de México, en 1995, en
medio del Zócalo había todavía un pedestal sobre el que se alzaba
un asta. Uno podía subir a él por una rampa, y era utilizado por los
transeúntes como asiento o punto de encuentro. Cuando comencé
el trabajo de campo en julio de 1996, me encontré en el Zócalo una
gran obra en construcción. Detrás de un vallado había un enorme
agujero en la tierra en el mismo lugar que antes ocupara la platafor–
ma. A mi pregunta de asombro, los constructores respondieron que
allí se levantaría un asta nueva, más bonita y más grande. Pasada la
alarma inicial, cuando temí haber perdido un elemento central de
mi objeto de investigación, me agradó la idea de comenzar mi estudio
en una obra en construcción. Durante semanas pude observar cómo
levantaban aquel asta de acero de más de sesenta metros de altura.
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