Paso a paso entran los
toreros
en el centro
(El Universal ,
9 de agosto
de 1997).
Los ambulantes del Centro Histórico burlan los controles de la ciu–
dad
y
han ocupado de nuevo, desvergonzadamente, los espacios de
las vías públicas
(La Prensa ,
6 de agosto de 1997).
La
prensa esgrime la argumentación existente
y
codetermina tam–
bién, al mismo tiempo,
el
discurso urbano . En los artículos sobre la
venta ambulante se reproducen con frecuencia imágenes de estre–
chez, criminalidad
y
sobre todo inseguridad. La relación entre las
imágenes -como son reflejadas en la prensa, por ejemplo-
y
la rea–
lidad que perciben los habitantes de la ciudad es recíproca. Los re–
sultados de una encuesta sobre la función , importancia
y
percep–
ció n del Zócalo así lo confirman. Más de 50% de los encuestados
admiten, en primer lugar, que van de compras al centro. Al mismo
tiempo, a la pregunta sobre lo que no les gusta en el Zócalo, respon–
den: las multitudes de gente, la venta ambulante
y
la suciedad, que
hacen poco atractivo el centro. En estas respuestas se establece, a
semejanza de la prensa, una relación entre venta ambulante, sucie–
dad e inseguridad.
Control de la venta ambulante
A nivel político, la venta ambulante es uno de los problemas fun–
damentales del gobierno de la ciudad. Con regularidad se adoptan
medidas para controlar ese comercio. Desde 1989, la Asamblea de
Representantes tiene la competencia de la venta en la vía pública,
y
en 1993 formuló como su meta hacer que desaparecieran de las
calles del Centro Histórico todos los ambulantes. Los motivos oficia–
les eran revalorar la imagen de la ciudad ante los turistas,
y
la protec–
ción del Centro Histórico como Patrimonio Cultural de la Humani–
dad (Bando de la Asamblea de Representantes,
12
de julio de 1993).
A comienzos de la década de los noventa, el entonces regente Ma–
nuel Camacho intentó una táctica sutil,
y
bajo el lema Programa de
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