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¿DISEÑAR CON FRACTALES? ¡VAYA UN ABSURDO!
II.
APRENDER A DISEÑAR COMO DISEÑA LA NATURALEZA
¿CAOS
y
FRACTALES PARA EL DISEÑO?
Júbilos
y
decepciones por tratar de encorsetar la naturaleza a nuestros cándidos prejuicios
Cuando Kepler se atrevió a vencer milenios del dogma del movimiento circular
y
uniforme '
y
propuso la forma ligeramente elíptica para explicar el movimiento de los planetas,> estalló final–
mente en un júbilo casi místico:
Ahora he sido iluminado [.. .] Ya nada me impide abandonarme a un éxtasis sagrado
y
enfrentar a los
mortales al confesar en forma ingenua que hurté los vasos de oro de los egipcios para hacer con ellos
un altar a mi Dios [...] Si me creen, me alegraré; si se enfurecen, lo soportaré. La suerte está echada,
escribo mi libro
y
poco importa que se lea ahora o en la posteridad: bien puede esperar cien años a su
lector, si Dios mismo esperó seis mil años para que alguien contemplara su obra.
3
Las elipses formaron desde siempre parte de la geometría euclidiana, sólo que, de súbito,
al aplicarlas al cosmos explicaron con suma elegancia aquellos movimientos planetarios
que el dogma de los círculos perfectos (resultado de la acción creadora de un Dios no me–
nos perfecto) había conducido irremediablemente hacia callejones sin salida. Habría que
aclarar, sin embargo, que los círculos de Ptolomeo y las elipses de Kepler son sólo dos mo–
delos del movimiento planetario que le imponen a la naturaleza una manera previsible de
comportarse ajustada a las creencias humanas .
Pero, dentro de las limitaciones de su época, y visto ya desde un contexto científico más
favorable! a la desconcertante pregunta planteada por Kepler: ¿por qué los planetas se mueven
en forma elíptica?
(y
no circular, como hasta entonces se creyó), Newton respondió contunden–
temente con el modelo de la gravitación universal. Para ese entonces las formas del movimiento
de los objetos se escondían en leyes universales que explicaban su verdadera estructura mate–
rial. El júbilo no fue menos intenso:
1
Dogma creido desde Platón, a través de todo el periodo de la astronomía ptolemáica, hasta Kepler.
2
Aunque la elipse se conocía, cuando menos desde Apolonio
(262· 190
a.c.), hasta Kepler, a nadie se le ocurrió emplearla como
un buen modelo del movimiento de los planetas.
3
Johannes Kepler,
Harmonices Mundi,
1618,
"Prefacio'; citado por lvar Ekeland,
El cálculo, lo imprevisto. Las figuras del tiempo
de Keplera 7hom,
México,
FCE,
Breviario, núm.
466, 1988,
pp.
16-17
Y
21;
véase asimismo p.
28.
4
Véase, por ejemplo, la fantástica idea de concebir a la Tierra como un gigantesco imán, propuesta por William Gilbert,
De
Magnete (1600).
1...,52,53,54,55,56,57,58,59,60,61 63,64,65,66,67,68,69,70,71,72,...144