11. APRENDER A DISEÑAR COMO DISEÑA LA NATURALEZA
de la naturaleza. Y las leyes de la naturaleza son esos algoritmos naturales que controlan el
desarrollo de todos los sistemas en el tiempo, justo de la misma manera en que lo hacen los
programas de las computadoras .
Desde este "punto de vista computacional en los procesos físicos': al moverse alrededor del
Sol, los planetas realizan cálculos analógicos de las leyes de Newton. Cierto, este punto de vista
no muestra nada que no pueda ser explicado en los términos tradicionales, sin embargo, nos
proporciona una nueva visión, tal como lo hizo en su momento la revolución copernicana o el
concepto espacial de la perspectiva renacentista, pues contribuye a ver y a interpretar la natu–
raleza de una manera diferente con la esperanza, al menos, de reconciliarnos con ella. Incluso
algunos extremistas, como Edgard Fredkin, al aceptar que el espacio y el tiempo son discretos y
que se dividen en células pequeñas, ven al universo entero como un autómata celular, es decir,
como a una computadora que calcula y despliega en tiempo real todo aquello que llamamos
realidad. Entendido así, resulta que, como los autómatas celulares son un caso de
complejidad
no simulable,
cuyo algoritmo es su propia materialidad (no existe algoritmo que lo simule
de una manera más económica), el autómata es su propia simulación. Por ejemplo, para Stephen
Wolfram, las leyes de la naturaleza son algoritmos, y los procesos físicos son sistemas computa–
cionales que procesan información tal como lo hacen las computadoras.
Por otro lado, la idea de que la mente es un programa, una estructura, una organización, un
algoritmo independiente de su soporte material, fue la hipótesis central de la ciencia cognitiva
de hace algunos años, la cual, popularizada, tiempo después dio lugar a novelas como
El Neu–
romante
(William Gibson, 1984) ya películas como
Matrix
(Larry y Andy Wachowski, 1999).47
Es claro que, desde esta perspectiva, podemos suponer que las herramientas que hemos venido
construyendo desde siempre para optimizar nuestro entorno local son las mismas que, recípro–
camente, transforman nuestra percepción del mundo. En otras palabras, al hacer herramientas,
nos
re-hacemos
a nosotros mismos.
Un ejemplo evidente del impacto que nuestras herramientas tienen sobre nuestra percepción
del mundo es la del reloj y la medida del tiempo. Del "tiempo largo y sagrado de los dioses" (me–
dido en acontecimientos cósmicos), pasando por el "reloj -ganado" de los nuer y "los bueyes han
salido a pastar" (o sea: las 5:30 horas de la mañana para los nandis del Africa de hoy),48al tiempo
corto y profano de los hombres urbanos, medido por sus artefactos cotidianos, la historia pare–
ce haberse acelerado. Por ejemplo, a partir de la instauración del reloj mecánico en las ciudades
europeas del siglo
XIII,
la cultura precisó varios siglos para adaptarse al nuevo concepto del
tiempo urbano; este lapso contrasta con la adaptación cultural reciente a la computadora en
apenas una décadas. Es más, el tiempo que antes se medía por el movimiento de una estrella en
el espacio o por la agitación errante de un planeta, hoy se mide por la agitación de las gentes en
las urbes o por agitaciones más abstractas : el segundo se define como "[ ·· ·l la duración de 9 192
631 770 periodos de la radiación que corresponde a la transición entre los dos niveles hiperfinos
del estado fundamental del átomo de cesio 133':49
47
¡bid.,
pp.
43, 45, 98-102 Y 117.
48
ej,
jacques Attali,
Historias del tiempo,
México,
FCE,
1985,
p.
19.
49
l3a. Conferencia General de Pesas
y
Medidas,
1967.
[69]
1...,61,62,63,64,65,66,67,68,69,70 72,73,74,75,76,77,78,79,80,81,...144