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¿DISEÑAR CON FRACTALES? ¡VAYA UN ABSURDO!
nada, sólo nos queda reorganizar la materia existente de acuerdo a nuestras posibilidades y sensibilida–
des...), los diseños que inventamos (o copiamos de la naturaleza: véase la biónica y el diseño inverso)
son una consecuencia necesaria de nuestra estructura biológica peculiar (cognitiva y sensorial), ubicada
dentro de los azares de la historia evolutiva humana en la Tierra. Nuestros diseños son el rastro innega–
ble de nuestra condición humana, la huella tangible de nuestro paso por el mundo como diseñadores
de objetos locales, y el retrato involuntario de esos vagos caprichos que llamamos arte. Algún día -dice
Pagels- mentes artificiales verdaderas podrán empezar a explorar el mundo de las matemáticas por su
cuenta... y podrán también descubrir cosas que quizá podríamos apreciar, pero que nunca podremos
imaginar por nosotros mismos.
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Algún día (parafraseamos nosotros) las máquinas verdaderas de dise–
ño explorarán el mundo de la creatividad por su cuenta y podrán diseñar objetos que seremos capaces
de apreciar gracias a que fueron pensados específicamente para nuestro beneficio, pero que nunca
podríamos concebir a detalle debido a nuestras limitaciones cognitivas. Si esto fuera posible, así como
asistimos a la introducción de las matemáticas y de la biología computacionales, una vez liberados de
nuestras limitaciones artesanales (asociación de manos y mentes desnudas) y al vernos beneficiados
gracias a las ventajas de la
tecnualidarJ68
de las nuevas
manos
tecnológicas, seguramente también asis–
tiremos a la aparición del diseño computacional, del diseño y la creatividad concebidos como otra más
de las ciencias de la complejidad.
En un sentido optimista, Pagels nos recuerda que la gente tuvo siempre el sueño de volar, y
que los pájaros fueron la prueba viviente de que el vuelo era una posibilidad real. También se ha
tenido siempre el sueño de crear un cerebro artificial
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y, mientras se acumulan las fuerzas y el
conocimiento para crearlo, se inventan los mitos del Golem o del hombre de maíz ... y hoy, sin
dejar de soñar, nos deleitamos con las promesas intermedias de la inteligencia artificial, de los
robots, de las máquinas inteligentes, de la ingeniería genética y lo que resulte de ellos. Asimis–
mo, la gente tuvo siempre el sueño de mejorar su ambiente diseñando objetos artificiales pero,
como no contaba con las fuerzas y el conocimiento necesario, empezó con la construcción de
objetos artesanales, siguió con los industriales y, todo pareciera indicar, continuará con los ob–
jetos inteligentes o robóticos.
Durante este proceso, sin embargo, y atendiendo al llamado de las
ideas claras y distintas
(Descar–
tes),
el
hombre cayó en la ingenuidad de creer que sólo los conceptos de la geometría euclidiana
eran los elementos válidos para diseñar objetos. Que sólo los puntos, las rectas, las superficies
planas (excepcionalmente alteradas en los periodos del barroco), y los cuerpos con formas cer–
canas a las de los sólidos perfectos de Platón, contaban con las propiedades estructurales para
asegurar su resistencia física. Al preferir esta abstracción mental proporcionada por la geome–
tría euclidiana y su simplificación de los fenómenos complejos de la naturaleza, al abanderarse
con una ideología geométrica que simplificaba grotescamente la complejidad inenarrable de
las cosas reales, los diseñadores cayeron en la ingenuidad de tomar como únicas herramientas
de diseño a la regla T, a las escuadras y al compás. De ·esta suerte, a la manera en que los falsos
67
eJ,
Heinz, R. Pagels,
op.
cit.,
p. 305.
68 Véase: de la
garralidad,
a la
manualidad,
a la
tecnualidad,
Javier Covarrubias,
Máquinas creativas. Del diseño de la natura–
leza al diseño posthumano,
en preparación.
69
Cj,
Heinz, R. Pagels,
op.
cit.,
pp.
115
Y
116.
1...,66,67,68,69,70,71,72,73,74,75 77,78,79,80,81,82,83,84,85,86,...144