Ir. APRENDER A DISEÑAR
COMO
DISEÑA LA NATURALEZA
flujo de información en cerebros y en computadoras, las diferencias son apabullantes a favor
de las últimas. Tomando en cuenta que los microprocesadores operan a la escala temporal de
los nanosegundos (10.
9
segundos), y que las neuronas operan típicamente a la escala temporal
de los cientos de milisegundos (10.
3
segundos), resulta que los cerebros son alrededor de un
millón de veces más lentos que las computadoras .
62
Aunque se dice que nuestros cerebros
biológicos dejaron de crecer a falta de presiones selectivas (desde hace al menos unos 40 mil
años), otra cosa sucede con las computadoras, ya que se encuentran en su etapa de crecimien–
to más dinámico.
63
Sea como que fuere, nos encontramos severamente restringidos debido a las limitaciones
impuestas, tanto por nuestras carencias cognitivas, como por las prótesis cognitivas que in–
ventamos y en las cuales nos apoyamos. Estas limitaciones se reflejan irremediablemente en
las teorías que creamos acerca del diseño y, en consecuencia, en los diseños que podemos
imaginar y construir. En otro lugar sugerimos que
el
7
±
2 es nuestro
atractor extraño cog–
nitivo.
64
Insistimos, aunque nos sorprenda, este
siete mágico
65
lo compartimos con las aves
y con otros animales evolucionados, además de compartirlo con los niños. La superioridad
del adulto humano estriba, quizá, en mecanismos cognitivos más profundos . Esta sorpresa
no es tan grande como la de saber que compartimos el 98 .6% de nuestro código genético con
los chimpancés. A estas alturas, no debería sorprendernos que estemos genéticamente más
emparentados con los chimpancés, que ellos con los gorilas. Algunos, incluso, nos llaman el
Tercer chimpancé.
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A pesar de ello, cuando el hombre mira reduce la complejidad del mundo a
su número cósmico (7
±
2), número que lo identifica entre los demás seres que pueblan el uni–
verso. El 7
±
2 es su sello cognitivo peculiar; cuando lo encuentra en los objetos de su entorno, el
mundo se vuelve inteligible. Pues bien, este siete, nuestro número cósmico, representa la com–
plejidad deseada del diseño, el atractor extraño cognitivo que intenta reducir la complejidad del
mundo a nuestra escala cognitiva. Como diseñadores, nuestra meta debería consistir en diseñar
teniendo en cuenta nuestra estatura cognitiva, es decir, diseñar aquellos objetos de una comple–
jidad vecina al
siete mágico
que sean susceptibles de ser percibidos y asimilados por nosotros en
fracciones de segundo.
Si las matemáticas que inventamos (o ¿descubrimos?) no son más que la consecuencia de pensar con
el cerebro que tenemos, lejos de ser una ciencia de validez universal, ésta sería sólo
el
producto de seres
con cerebros biológicos similares a los nuestros. Análogamente, y habida cuenta de nuestra condición
como
seres creativos menores
(que a diferencia de aquellos dioses que lo inventan todo a partir de la
62
Cf,
Heinz, R. Pagels,
op. cit.,
p. 116.
63
Véase la
Ley de Moore,
así como las estimaciones del número de
MIPS
(M illones de Instrucciones Por Segundo) esperadas
para dentro de algunos decenios, en Hans Moravec,
Robot. Mere Machine to Trascendent Mind,
Nueva York, Oxford University
Press, 1999; véase asimismo Ray Kurtzweil,
La era de las máquinas espirituales. Cuando las computadoras rebasen la inteligencia
humana,
Nueva York, Penguin Books, Science/Technology, 1999, y otros.
64
CJ,
Javier Covarrubias,
La Complexité Souhaitée du Design: un atlracteur etrange'.
ponencia presentada en Compiegne,
Francia, 1990, publicado en la revista
Gutengerg DOS,
fascículo 6, enero de 1990. pp. 101 · 112; véase asim ismo. Heinz. R. Pagels,
op.
cit.,
245.
65
Cf,
George A. Miller,
op. cit.,
pp. 21·50.
66
CJ,
Jared Diamond,
The Third Chimpanzee. The Ellolution and Future of the Human Animal.
Nueva York, HarperPerennial.
HarperCollins Publishers, 1992,
passim.
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1...,65,66,67,68,69,70,71,72,73,74 76,77,78,79,80,81,82,83,84,85,...144