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¿DISEÑAR CON FRACTALES? ¡VAYA UN ABSURDO!
se negaron a considerar siquiera la posibilidad de introducir el cálculo de estructuras en sus
rutinas de composición. ¿No acaso -pudieron haber dicho-, el hecho irrefutable de que para
lograr las obras maestras incontrovertibles de Egipto, Grecia, Roma, el Gótico, el Renacimiento,
el Barroco.. . ningún arquitecto precisó jamás calcular sus estructuras?, ¿no era ésta la evidencia
indiscutible de que no cabía una relación entre la arquitectura y el cálculo de estructuras? Pues
bien, ante la rotunda negativa de los arquitectos tradicionalistas, opuesta a la incuestionable nece–
sidad de construir estructuras ligeras, económicas y resistentes para encarar las nuevas exigencias
sociales, surgió una respuesta inmediata: la aparición en Francia de las dos primeras escuelas de
ingeniería civil, a saber, la Escuela de Puentes y Caminos
(École des Ponts et Chaussées,
París,
1747),
y la
Escuela de Ingenieros Militares,
(Mezieres,
1748).131
Es más, por razones ajenas a nuestro tema, aunque los arquitectos tradicionalistas hubieran to–
lerado el cálculo, el problema no quedaba resuelto, por
el
contrario, era lo contraindicado, ya que
el cálculo conducía inevitablemente a la
ligereza
en la construcción, mientras que lo que los arqui–
tectos de la Academia Francesa buscaban en ese entonces era la
apariencia de solidez:
la solidez
meramente de fachada , la solidez mentirosa, la solidez fatua. Lo anterior significaba simple y llana–
mente que la nueva disciplina de la resistencia de materiales, que proporcionaba las bases para la
explicación científica de la solidez,132 fuera desoída por los arquitectos enfrascados entonces en la
doxa vana de los discursos alejados de la realidad constructiva, económica y social. 133
Ante esta resistencia, en lo tocante el cálculo de estructuras, los ingenieros civiles (y los ar–
quitectos no conservadores) afrontaron el reto que los arquitectos tradicionalistas, indignados,
rechazaron. Ahora bien, a pesar de que los orígenes de la idea del cálculo de estructuras se
remontan a la mitad del siglo
XVIII,
tuvieron que pasar casi dos siglos para que los arquitectos
se dieran por enterados y aceptaran la ingerencia del cálculo dentro de sus más graves asuntos
relacionados con la composición arquitectónica. Por otro lado, aunque la ingeniería civil apenas
despuntaba, y a pesar de que sus cálculos distaban mucho de satisfacer a todos, la poca inteli–
gencia de los arquitectos fue notoria en su negativa para aprovechar las ventajas del cálculo en
beneficio propio; en lugar de ello, perdían el tiempo minimizando las diferencias nacientes entre
ambas profesiones y deplorando, al mismo tiempo, el
cisma
al que se veían involuntariamente
involucrados con los disidentes ingenieros civiles . De inmediato, los arquitectos tuvieron celos
de la alta estima social en que se empezaba a tener a los ingenieros .134 Pronto, sin embargo:
(J
790- 1950),
Barcelona, Gustavo Gilí,
4'
ed., Colección Arquitectura y Crítica. 1981, pp. 190 y19 1.
131
ej.
Peter Coll ins,
op. cit.,
pp. 23 Y189.
132
ej,
Henry Lemmonier, "Academia, 19 de julio de 1676';
t.
1, p. 121. comentado en Werner Szambien,
op. cit.,
p. 188; véase
asi mismo los conceptos de
solidez
y
ligereza,
en Werner Szambien,
op.
cit., pp. 188-206.
133
Véase Javier Covarrubias,
Del Neoclásico al Movimiento Moderno. Un momento en
el
respirar de la fo rma,
"El desaire de los
arquitectos
y
el invento de la ingeniería civil'; Lulu.com/es, 2008, pp. 262-265.
134
ej,
Peter Collins,
op.
cit..
pp. 191-193.
1...,84,85,86,87,88,89,90,91,92,93 95,96,97,98,99,100,101,102,103,104,...144