de defenderse a sí mismo utilizando los medios que su propia discre–
ción le sugiera. Porque el soberano es el alma pública que da vida y
movimiento al Estado; y cuando expira, los miembros no están go–
bernados por él en mayor medida que lo está el cadáver de un hom–
bre cuando su alma, aunque ésta sea inmortal, lo abandona. Pues aun–
que el derecho de un monarca soberano no puede ser aniquilado por
el acto de otro, la obligación que para con él rienen los subditos sí
puede serlo. Porque quien carece de protección puede buscaría en
cualquier parte; y cuando la tiene, está obUgado, sin que pueda pre–
tenderse que lo haga fraudulentamente llevado por el miedo, a pro–
teger a quien lo protege siempre que pueda. Pero cuando el poder de
una samblea es totalmente suprimido, también se suprime su dere–
cho a la soberanía, porque la asamblea en sí misma se extingue, y,
como consecuencia, no hay posibilidad de que ia soberam'a vuelva a
ella.
La función del soberano, ya sea éste un monarca
Procurar el bien
o
una asamblea, consiste en el fio para el cual fue in-
delpuebln.
vestido con el poder soberano, a saber, procurar
la seguridad del pue–
blo,
a lo cual está obhgado por ley de naturaleza, así como a rendir
cuenta de ello a Dios, que es el autor de dicha ley, y sólo a El. Pero
por seguridad no debe aquí entenderse una mera preservación, sino
también todas ias demás satisfacciones de la vida que cada hombre,
mediante su legítimo trabajo, y sin peligro o daño para el Estado, ad–
quiera para sí.
Y se supone que esta función debe ser llevada a
Mediante la
cabo, no prestando cuidado a los individuos más allá
instrucción y las
de lo que se requiera para protegerlos de injurias cuan-
do formulan una queja, sino más bien mediante una providencia ge–
neral, contenida en la doctrina y en el ejemplo, y mediante la legis–
lación y ejecución de leyes justas a las que los individuos puedan re–
currir en aquellos casos que los afecten.
Y como, si los derechos esenciales de la soberanía
(especificados anteriormente en el capítulo 18) son eli–
minados, el Estado queda con ello dlsuelto y cada
hombre regresa a la condición calamitosa de guerra
contra cada otro hombre, io cual es el mayor mal que
Va contra el
deber de un
soberano
abandonar
cualquier derecho
esencial a la
Ъ1Ъ
DE LA FUNC I ÓN DEL REPRESENTANTE
SOBERANO