Estado.
nuamenie atormentado por la sed y, sin embargo, aborrece ei agua y
se encuentra en un estado tai que parece como si e! veneno hiciera
por convertirlo en un perro, así también cuando una monarquía ha
sido mordida en su propia carne por esos escritores demócratas que
constantemente ladran contra ese sistema, lo que éste más necesita es
un monarca fuerte; mas cuando lo tienen, y por causa de una cierta
tiranofohia,
o miedo a ser fuertemente gobernados, lo aborrecen..
La opinión de
De igual modo a como ha habido doctores que
que hay más de
mantienen que hay tres almas en el hombre, los hay
un soberano en un
también que piensan que hay muchas más almas, es de–
cir, más que un solo soberano, en un Estado; y erigen
una
supremacía
frente a la
soberanía,
unos
cánones
frente a las
leyes,
y una
autoridad espiritual
frente a ia autoridad
civtl.
Y eso lo hacen
manipulando ias mentes humanas con palabras y distinciones que
nada significan en sí mismas, pero que, en su oscuridad, vienen a de–
cir que según algunos piensan, deambula en las sombras otro reino
invisible, algo así como un reino de fantasmas. ^° Y como les resulta
evidente que el poder civil y el poder del Estado son la misma cosa,
y que ia supremacía
y
el poder de establecer cánones y conceder fa–
cultades implican la existencia de un Estado, deducen que allí donde
bay un soberano, hay también otro que tiene la supremacía; que si
uno puede hacer las leyes, otro puede hacer los cánones; y que, como
consecuencia, tiene que haber necesariamente dos Estados para unos
mismos subditos, con to cual un reino viene a estar dividido en sí mis–
mo y no puede subsistir. Y a pesar de que la distinción entre
tem–
poral y espiritual
no significa nada, siguen hablando de dos reinos y
dicen que cada subdito está sujeto a dos señores diferentes. Ocurre
entonces que el poder
espiritual
pretende poseer el derecho de decla–
rar io que es pecado y, como consecuencia, de declarar también lo
que es ey, diciendo que ei pecado no es otra cosa que una transgre–
sión de la ley; por su parte, el poder civil pretende poseer ei derecho
de declarar lo que es la ley. Y así, cada subdito tiene que obedecer a
dos señores y habrá de observar como ley los mandatos de ambos,
lo cual es imposible. O, si hay un solo reino, si el poder es
civil,
que
es el poder del Estado, o bien tendrá que estar subordinado al
espi–
ritual, y
entonces no habrá más soberanía que la
espiritual, o
bien el
espiritual
habrá de subordinarse al
temporal,
y entonces no habrá más
supremacía
que ia
temporal.
Por tanto, cuando estos dos poderes se
oponen mutuamente, será inevitable que el Estado se encuentre en
grave peligro de guerra civil y de disolución. Pues la autoridad
civil,
al ser más visible, y al estar erigida en el más claro ámbito de la luz
^ Este sera el asunto al que va dedicado la cuarta pane de
Leviaiin: Del Rer-
no de la¡ tinieblas.
de la razón natural, atraerá siempre a un muy considerable número
de gentes, y ia
espiritual,
aunque reside en la oscuridad de las distin–
ciones escolásticas y de ia terminología abstrusa, como el miedo a las
tinieblas y a los espíntus es mayor que cualquier otro, no carecerá
de adeptos, a veces en número suficiente para penurbar y destruir
un Estado. Y es ésta una enfermedad que no sería disparatado com–
parar con la epilepsia, o mal de caída, que los judíos pensaban que
era un modo de posesionarse los espírims del cuerpo natural. Pues
igual que en esta enfermedad hay un espíritu antinatural, o soplo ce–
rebral que obstruye las raíces de los nervios y, sacudiéndolos violen–
tamente, los priva del movimiento que deberían tener naturalmente
como efecto del poder del alma en el cerebro, y produce en sus par–
tes movimientos violentos e irregulares que los hombres llaman con–
vulsiones, hasta el punto de que, quienes padecen de esto, se caen a
veces en el agua y a veces en el fuego como si estuvieran privados de
sus sentidos, así también, en un cuerpo poh'tico, cuando el poder es-
jiritual mueve los miembros de un Estado sirviéndose del terror a
os castigos y de la esperanza en las recompensas (que son los ner–
vios de dicho cuerpo), y los mueve de manera diferente a como de–
berían ser movidos por el poder civil (que es el alma del Estado), y
haciendo uso de extrañas y complicadas palabras sofoca su entendi–
miento, necesariamente trastornará al pueblo; y, o bien abrumará al
Estado con la depresión, o bien lo arrojará a la hoguera de la guerra
civil.
Algunas veces, también dentro de un mismo go-
Gobierno mixto.
bierno civil hay más de un alma, como cuando el poder que se en–
carga de recaudar dinero, que es la facultad nutritiva, depende de una
asamblea general; el poder de dirigir y mandar, que es la facultad mo–
triz, depende de un nombre; y el poder de hacer leyes, que es la fa–
cultad racional, depende no sólo del consenso accidental de los dos
poderes anteriores, sino también de un tercero. Esto pone en peligro
al Estado, a veces por falta de consenso para legislar buenas leyes,
pero, con mayor frecuencia, por falta de la nutrición necesaria para
la vida y el movimiento. Pues aunque pocos son los que perciben que
un gobierno así no es un gobierno, sino una división del Estado en
tres facciones, a lo cual llaman monarquía mixta, la verdad es que no
se trata de un Estado independiente, sino de tres facciones indepen–
dientes; y tampoco se trata de una persona representativa, sino de
tres. En el reino de Dios, puede que haya tres personas independien–
tes, sin que ello quebrante la unidad en el Dios que reina, pero allí
donde quienes reinan son los hombres, esa división dará siempre lu–
gar a una diversidad de opiniones, y no podrá haber unidad. Por tan–
to, si el rey representa la persona del pueblo, y ia asamblea general
también representa ¡a persona del pueblo, y otra asamblea representa
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