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país cuando los soldados habían desaparecido con la bandera. Des–
pués de la ceremonia, las personas acudieron en masa al lugar donde
se encontraba el cantante y aplaudieron ruidosamente su llamado a la
resistencia armada. Pero la ceremonia de la bandera no es sólo un es–
pectáculo diario que atrae a los transeúntes. El solemne acto pone de
manifiesto la elevada significación de este símbolo nacional mexica–
no:
Esta ceremonia de la bandera no deja de ser también un discurso,
una forma de consenso y de convencimiento. Las autoridades han
cobrado conciencia de ello. Antes la ceremonia era de vez en cuando,
no todos los días. Pero cada vez acudían más personas y se dieron
cuenta del respeto que la gente tiene por la bandera y por la ceremo–
nia. Entonces decidieron institucionalizar la ceremonia y realizarla
diariamente para beneplácito de los mexicanos (entrevista con J. J.
Carrillo, 15 de agosto de 1996).
La ceremonia de la bandera es una forma determinada de puesta en
escena. Ella provoca la reacción emocional de los espectadores . De
esa forma, surge un vínculo sutil de las masas con el poder gobernan–
te, tal como lo expresa Henk Driessen teniendo en cuenta el enclave
español en Melilla:
La ceremonia de la bandera parece haber servido a varias fuerzas
políticas al menos en 10 relacionado con tres aspectos. Primero: ella
evocaba e inculcaba honor y orgullo nacionales, y la creencia en la
superioridad étnica. Segundo: restablecía un sentido de comunidad
al hacer visible la fuerza [...] y finalmente, legitimaba la dominación
[...] canalizando y estilizando las emociones, las cuales sirven de com–
bustible para el poder político (Driessen, 1992:1201).
El acontecimiento de la ceremonia de la bandera satisface las aspira–
ciones de una comunidad y postula una coexistencia, una pertenencia
tal como Baumann la define en el caso de una "coexistencia postula–
da" (Baumann, 1997:81 ff). La estimulación condensada y concentra–
da por medio de altavoces y atractivos visuales trae consigo una dero-
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