condes,
comités,
eran, por razón de amistad, los que acompañaban al
general,
y
se les encargaba gobernar
y
defender las plazas ya conquis–
tadas
y
pacificadas; los marqueses,
marchiones,
eran los que gober–
naban las marcas o provincias fronterizas del imperio. Estos títulos
de duque, conde
y
marqués fueron introducidos en el imperio en
tiempos de Constantino el Grande y provinieron de las costumbres
de ta
militia
germánica. Pero el de barón parece que fue un título de
los galos, y significa gran hombre. Tales eran los hombres del rey o
del príncipe que formaban su guardia personal en la guerra. Parece
que el nombre viene de
vir,
y que luego se transformó en
ber y bar,
términos que, en el lenguaje de los galos, significaba lo mismo que
vir
en latín; y de ahí se transformó en
bero y baro, y
por eso estos
hombres fueron llamados
berones
y, después,
barones; y,
en español,
varones.
Pero quien quiera saber con más detalle el origen de los tí–
tulos de honor, podrá encontrarlo, como yo lo he hecho, en el tra–
tado de Mr, Selden
que es el mejor en lo que se refiere a este asun–
to. Con el tiempo, estos puestos de honor fueron ocasión de alter–
cados; y por razones de paz y buen gobierno, se convirtieron en sim–
ples títulos y sirvieron, principalmente, para distinguir la jerarquía,
el lugar y el orden de los subditos dentro de la república; y se nom–
braron duques, condes, marqueses y varones de lugares que, ni eran
de su posesión, ni estaban bajo su mando; y también se otorgaron
otros títulos únicamente con ese mismo fin.
La APTITUD es diferente de la valía o valor de un
Aptitud.
hombre; también es diferente de su mérito o merecimiento. Consiste
en algún poder particular o habilidad en alguna cosa para la cual de–
cimos que un hombre vale. Y a esta habÜidad particular la llamamos
comúnmente IDONEIDAD o
aptitud.
Idoneidad.
Pues el más apto para ser jefe militar, o juez, o para ostentar cual–
quier otro cargo, será quien resulte más idóneo y posea las cualida–
des necesarias para desempeñar esas funciones; y el más apto para te–
ner riquezas será quien posea las mejores cuahdades para usar bien
de ellas. Si faltan estas cualidades, podrá un hombre,, sin embargo,
ser apto y valioso para alguna otra cosa. Repito que un hombre pue–
de ser idóneo para poseer riquezas, puestos y cargos que, sin embar–
go, no puede reclamar con mayor derecho que otros; y, por tanto,
no puede decirse que los merezca. Porque merecer algo presupone
que se tiene un derecho a ese algo, y que la cosa merecida se le debe
a alguien en virtud de una promesa. Sobre esto diré más cuando ha–
ble de los contratos.
Capítulo 11
DE LA DI FERENCIA DE MANERAS
" John Selden (1584-1654). Jurista
y
erudito inglés, lutor de
England's Epiaomis
y Jani Anglorum, dos
tratados
de
historia
y
derecíio nobiliarios que alcanzaron fama
en su tiempo.
Lo que aqui
Por MANERAS no quiero decir aquí decencia de
quiere decine por
costumbres: cómo una persona debe saludar a otra, o
maneras.
cómo debe un hombre enjuagarse la boca o usar el pa–
lillo de dientes delante de invitados, o cómo debe comportarse en
otros puntos
de pequeña moral.
A lo que estoy refiriéndome es a esas
cualidades de ta humanidad, que tienen que ver con la pacífica con–
vivencia y la unidad entre los hombres. Con este fin, debemos con–
siderar que la felicidad en esta vida no consiste en el reposo de una
mente completamente satisfecha. No existe tal cosa como ese
finis ul-
timus,
o ese
summum bonum
de que se nos habla en los viejos libros
de filosofía moral. Un hombre cuyos deseos han sido colmados y cu–
yos sentidos e imaginación han quedado estáticos, no puede vivir. La
felicidad es un continuo progreso en el deseo; un conrinuo pasar de
un objeto a otro. Conseguir una cosa es sólo un medio para lograr
la siguiente. La razón de esto es que el objeto del deseo de un hom–
bre no es gozar una vez solamente, y por un instante, sino asegurar
para siempre el camino de sus deseos futuros. Por lo tanto, las ac–
ciones vo untarías y las inclinaciones de todos los hombres no sólo
tienden a procurar una vida feliz, sino a asegurarla. Sólo difieren unos
de otros en los modos de hacerlo. Estas diferencias provienen, en par–
te, de la diversidad de pasiones que tienen lugar entre hombres di–
versos, y, en parte, de las diferencias de conocimiento y opinión que
1...,38,39,40,41,42,43,44,45,46,47 49,50,51,52,53,54,55,56,57,58,...271