lante y de la construcción de nuevos edificios para el mercado, se pre–
tendía descongestionar las calles del centro. La también proyectada
ampliación de varias calles del centro fracasó debido a la resistencia
de la industria turística, que protestó contra la destrucción de edificios
históricos y monumentos coloniales (Davis, 1994: 145
f).
Uruchurtu tenía sus miras puestas principalmente en las personas
o en los distintos grupos sociales y redes que actúan en la ciudad. La
organización específicamente urbana y social pasa a ser, desde esta
perspectiva, una característica fundamental de la urbanidad. Por me–
dio del control de las masas,
ya
fuera en el caso de desfiles o mediante la
reorganización restrictiva de los sindicatos, el alcalde intentó mante–
ner la capacidad funcional y la gobernabilidad de la ciudad y resolver
los cada vez más complejos problemas urbanos.
Además de estos intentos de organización política por parte del
alcalde, había otros actores que perseguían fines completamente
distintos: urbanistas, arquitectos, ingenieros y contratistas fundaron
la empresa privada
¡CA
(Ingenieros Civiles Asociados), a fin de mate–
rializar sus ideas sobre el futuro de la metrópoli en crecimiento. Este
grupo de interés ya venía trabajando con éxito desde la década de
1950 en una "visión monumental" de la gran ciudad moderna, y sus
grandes proyectos constructivos acuñaron las altisonantes consignas
acerca de un "milagro mexicano" (Navarro, 1989:17). Mediante la
zaciones, la clase obrera fue frecuentemente dividida
y
manipulada estratégicamente
para imponer detenninados intereses del Estado o la municipalidad. Algunas de las
organizaciones sindicales, como por ejemplo
lacRoM
(Confederación Revolucionaria
de
Obreros Mexicanos), tuvieron desde la década de 1920 el control administrativo
de los sistemas de transporte urbanos, lo que lo convertía en un poder local
y
nacio–
nal (Davis, 1994:59). Aún hoy la organización en sindicatos resulta de gran impor–
tancia para las empresas de transporte urbano. En 1995-1996 se produjo una lucha
sin cuartel entre las autoridades
y
el
sindicato independiente de autobuses
SlITAUR,
que con sus más de 12000 afiliados
y
su clara política sindicalista constituía una
espina clavada en el ojo de la ciudad
y
el Estado. Finalmente, fue declarado en
bancarrota por el gobierno, apresaron a sus directivos
y
se les ofreció a los trabajado–
res contratos de trabajo individuales en lugar de colectivos. Después de un año de
lucha sindical, la Ruta 100 se convirtió en un motivo de debate público (entre otras
razones, debido a los continuos actos
y
plantones en el Zócalo). Por último, estable–
cieron una nueva empresa, pero sin llegar a alcanzar el tamaño
y
la estructura de
antes.
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