puntos de vista históricos'
y
formas de representación, es posible sa–
car otras conclusiones sobre la significacíón de ese símbolo en su con–
dición de momento constitutivo de la identidad mexicana actual.
El mito, o la continua reiteración de una determinada versión
del mismo, se convierte, en ese sentido, en una práctica. Michel de
Certeau llama a ese proceso "hacer historia" (De Certeau, 1993:19).'
Según él, la historia oscila entre dos polos. De un lado, la historia es
un discurso cerrado; del otro, ella nos impone una práctica
(ef
ibid.,
35). Esa práctica
- y
aquí, según De Certeau , la práctica interpretati–
va pasa a ser una práctica social- determina la sociedad como un
resultado del discurso. Contar mitos o hacer historia se torna una
práctica significante, que es utilizada además para controlar el espa–
cio
(ibid., 19) .
Aunque el mito fundacional de la ciudad de México
y,
sobre todo,
su representación han experimentado una serie de transformaciones
y
aplicaciones, ambos elementos históricos aluden invariablemente al
lugar concreto de la fundación de la ciudad. Sobre la base de los vín–
culos políticos de los aztecas con las ciudades-Estados vecinas como
Texcoco
y
Tlacopan (1427), el símbolo que alude al mito fundacional
poniendo de manifiesto la significación religiosa del lugar fue de–
clarado escudo del imperio azteca. El escudo visualizaba una identi–
dad, ponía de relieve la estructura del Estado azteca
y
legitimaba su
expansión
(Cf
Florescano, 1998:30; Townsend, 1992:54
f) .
Tras la conquista de la ciudad, los españoles, en un inicio, crea–
ron un escudo propio que rompía radicalmente con la tradición sim-
5
En cada época, e l espacio urbano ha sido percibido de acuerdo con la cultura
y
la ciencia,
y
ha sido representado con determinadas intenciones
(ef
Fernández
Christlieb, 1996:11). El punto de vista del científico hacia la ciudad
y
la plaza (como
el del gobernante) está matizado por las creencias
de
la época, las ideas
y
las ¡deolo-.
gías que cambian con el tiempo, como las ciudades
y
los propios objetos de estudio:
"Los ojos que observan la
ciudad, la
razón que la analiza
y
los sujetos que escriben su
historia tienen a su vez, cada uno de ellos, su propia historia. Se trata de puntos de
vista moldeados por las creencias de cada época.
Las
ideas
y
los historiadores están
moldeados por la cultura
y
cambian con el tiempo, al igual que cambian las ciudades
que ellos describen" (Femández Christlieb, 1996: 11).
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De Certeau parte aquí de la historia como texto escrito , en el cual la narra–
ción es presentada como una dramatización del pasado (De Certeau, 1993).
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