bólica de los aztecas .
El
nuevo escudo topó con el rechazo de las
autoridades de la ciudad, que conocían muy bien el gran significado
de los símbolos para la población indígena. Se inició así una verdade–
ra "guerra de símbolos", protagonizada por la corona española y
por los conquistadores, y en la cual el águila española rivalizaba con
el águila azteca y todo ello era mezclado con otros sírubolos prove–
nientes de ambas culturas (Florescano, 1998:53
f).
Desde comienzos del siglo
XVIII
el emblema del águila sobre el
nopal fue mezclándose con imágenes de la virgen mexicana de Gua–
dalupe y extendiéndose a las distintas instituciones locales, publica–
ciones y edificaciones
(ef
Florescano, 1998:76). A finales de ese
siglo, los criollos utilizaron elementos del antiguo símbolo indígena
oponiéndolos al escudo de la Madre Patria, para de ese modo mani–
festar las primeras aspiraciones independentistas y los primeros in–
dicios de una identidad propia, la mexicanidad. Durante las guerras
de independencia, a principios del siglo
XIX,
el líder independentista,
el cura Miguel Hidalgo, utilizó conscientemente ambos emblemas, el
de la Virgen de Guadalupe y
el
de la fundación de la ciudad, contra
el poder colonial.
El
escudo del águila y del nopal fue utilizado como
símbolo aglutinador de una comunidad que recién comenzaba a cons–
tituirse, formada por distintos grupos poblacionales unidos en la
lucha por la independencia.
El
símbolo azteca, con su referencia al
mito fundacional de la ciudad, pasa a ser entonces el portador de un
mensaje de identidad política (Florescano, 1998:123).
La historia contiene siempre una sedimentación de microprácticas
cotidianas situadas dentro de macroprocesos sociales o políticos
(Comarroffj Comarroff, 1992:38). Los acontecimientos históricos es–
pecíficos son marcados y quedan inscritos en cosas o prácticas, en
iconos e imágenes de la vida cotidiana. Por medio de esa atribución
de significado tiene lugar la transmisión de la historia
(ibid.,
35).
El
símbolo del águila sobre el nopal, por tanto, constituye no sólo
un símbolo histórico de la fundación de la ciudad en un tiempo míti–
co, sino que ha conservado su significación hasta hoy como signo y
como práctica a través de todas las épocas, lo mismo en la vida coti–
diana (micropráctica) que en la sociedad mexicana (macroprocesos).
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