(Porras Muñoz, 1988:45). No sólo el caos entre las ruinas, también los
muchos muertos que hubo durante las labores de construcción, lleva–
ron al cronista MotolinÍa a describir la edificación de la ciudad de
México como la séptima plaga que azotara a la ciudad (Yoma Medinaj
Martos López, 1990:43). Cada conquistador al que se adjudicaba un
terreno en su condición de
vecino,
estaba en la obligación de cons–
truir una casa, un hospital, una iglesia u otra institución de carácter
público. Tanto la repartición de solares como la construcción de los
edificios tardaron varios años (Porras Muñoz, 1988: 10). Los españo–
les, además de construir la ciudad y de ampliar su poder, se ocuparon
en preparar y llevar a cabo nuevas campañas de conquista (González
Obregón, 1996:126).
Desde la época colonial existe una gran variedad de documenta–
ción, como actas de la administración, cartas y relatos históricos,
que posibilitan clasificar las fuentes en un determinado contexto
histórico. Llaman la atención las innumerables descripciones de la
vida cotidiana, ,las cuales aparecen en los relatos de los españoles;
más tarde se tornan cada vez más frecuentes en la literatura las re–
presentaciones de la vida cotidiana en el centro y en la Plaza Mayor.
Uno de los primeros retratos de la plaza a mediados del siglo
XVI
nos lo proporciona Cervantes de Salazar. Por ser uno de los prime–
ros profesores de retórica en la recién fundada Universidad de Méxi–
co, Salazar arribó a la ciudad en 1553 y escribió tres diálogos latinos
para los estudiantes. En esos textos hace que varias personas explo–
ren y describan la ciudad y sus alrededores. En uno de esos diálogos,
los vecinos Zuazo y Zamora muestran al forastero Alfaro el centro
de la ciudad, hasta que por fin llegan a la plaza:
ZUAZO:
Ya estamos en la plaza. Examina bien si has visto otra que le
iguale en grandeza
y
majestad.
ALFARO:
Ciertamente que no recuerdo ninguna, ni creo que en am–
bos mundos pueda encontrarse igual. ¡Dios mío! ¡Cuán extensa! ¡Qué
alegre! ¡Qué adornada de altos
y
soberbios edificios, por los cuatro
vientos! ¡Qué regularidad! ¡Qué belleza! ¡Qué disposición
y
asiento!
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