Esta inscripción en el monumento de la Plaza de las Tres Culturas,
situada e n el barrio de Tlatelolco, cerca del Centro Histórico, consti–
tuye un ejemplo de cómo en la ciudad de México las rupturas históri–
cas son glorificadas en monumentos y descritas en la literatura (inclu–
so la cien tífica) como mezcla de culturas o surgimiento de una "raza"
autócto na (Beck, 1996:363). Además de los acontecimientos históri–
cos, aquí el propio espacio urbano cobra una importancia particular.
Es visto como un lugar de encuentro de las culturas, donde primero
se organizó la sociedad novohispana o colonial y más tarde la mexica–
na (Cruz Rodríguez, 1991:98
ff).
El espacio urbano, los edificios y las
plazas, materializan las distintas capas de esas culturas superpuestas.
La ya una vez construida ciudad de los aztecas, reflejo a la vez de una
visión cósmica del mundo y de su creciente podeno político, fue cons–
tantemente reconstruida . La conquista de la ciudad por los españoles,
con su radical destrucción de la misma, rompió con el orden cósmico
de los aztecas; al mismo tiempo, al establecerse en ese mismo sitio, los
españoles ponían de relieve la continuidad del poder que emanaba
del lugar.
Los españoles consiguieron conquistar el imperio azteca con ayu–
da de su armamento superior, de sus aliados entre los enemigos de
los aztecas y también gracias a una forma de comunicación esencial–
mente diferente, que trajo como consecuencia varios malentendidos
(Clendinnen, 1991:267
ff) .
Tras encarnizadas batallas, la caída defini–
tiva de la ciudad México-Tenochtitlan en 152 1 equivaldría a la devas–
tación y d estrucción total de la ciudad, otrora tan admirada por los
propios españoles. Por una parte, la destrucción y apropiación sacnle–
ga de la ciudad -a través del uso de las piedras- parecía una posibili–
dad de corresponder a esa ambivalencia entre fascinación y descon–
cierto, respeto ante el poder ajeno y ante los propios intereses de poder.
Por otra parte, los españoles temieron que los aztecas pudieran
iniciar un contraataque; por eso Cortés hizo destruir de manera sis–
temática los sectores de la ciudad antes conquistados (MeiBner, 1996:
32). En primera instancia, Cortés no quiso erigir la nueva capital del
imperio colon ial sobre las ruinas de la vieja ciudad situada en medio
de una zona pantanosa. En su lugar, acarició la idea de trasladarse a la
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