Gloria Ito
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transformarse en arte”.
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Habla de los enigmas de la naturaleza hu-
mana. Sigue una moral de la perversión. Junto con Gide y Genet, a
través de la vivencia de lo bello, nos muestran una visión de la reali-
dad humana que es esencialmente subjetiva, especialmente en sus
fundamentos morales y que, desde esta perspectiva, se emparentan
con la visión filosófica de Vattimo. Una ética de la interpretación
que presupone la ética de la resistencia, la cual corresponde al ejer-
cicio del nihilismo y de la liberación. Estos autores buscan en su pu-
reza el espíritu mudo, la carne descarnada, el amor sin deseo, el de-
seo sin amor. Todo llevado a la perfección. Son autores que triunfan
sobre la falta y la carencia mediante el goce, en una estética que
hace brotar la belleza del horror.
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Como todo moralista era un romántico en tanto percibió algo
más puro, más inocente, algo mejor y más elevado con lo que se
comparaba desfavorablemente en su realidad, es decir, tal como era
él y el mundo tal y como es.
Confesiones de una máscara,
según Yourcenar (1982), también
se refiere a un episodio clave y atormentador en la vida de Mishima:
el descubrimiento de su propia homosexualidad. Mishima decidió
ocultar su gusto por los varones por temor a su padre, quien simpa-
tizaba con el nazismo alemán hacia los años cuarenta, por no de-
fraudar las enseñanzas bakkufu de su abuela, y por no ser discrimi-
nado en una sociedad estudiantil donde predominaban los varones
y, por ende, su estereotipo de hombría: “Mishima calló su homose-
xualidad e incluso la guardó hasta forzarla a desaparecer, intentando
salir con muchachas y fijarse en el sexo opuesto, acarreándole con-
fusión y tormento”.
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A Mishima, por otro lado, le impresionó la imagen de San Se-
bastián, de Guido Réni, a quien asocia al rito samurái en su suprema
belleza del acto del sacrificio. Hace un culto del mártir cristiano, de
cuerpo musculoso al límite de sus fuerzas, postrado en abandono
casi voluptuoso de agonía. Conoció a este santo en un libro de arte
que trajo su padre en uno de tantos viajes que realizó. Lo vio un día,
a los trece años, que por un ligero resfriado, permaneció en casa:
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Hissaki Yamanouchi,
The Search for Authenticity in Modern Japanese Litera-
ture
, p. 15. (He lived all along in a phantasy world, which could never be authentic
except through serving the ultime purpose of being transformed into an art form.)
37
Véase Catherine Millot,
Gide – Genet – Mishima: la inteligencia de la perver-
sión
, p. 16.
38
H. Scott Stokes,
op. cit.
, p. 97.