contrario, hay muchos que piensan que son más sabios y más capa–
ces que los demás para gobernar al público; y éstos se afanan en re–
formas e innovaciones, uno de una manera, otro de otra, acarreando
así disensiones y guerra civil.
Cuarto, que aunque estas criaturas tienen un cierto uso de la voz,
comunicándose entre ellas deseos y otros afectos, les falta, sin em–
bargo, el arte de la paiabra, mediante el cual algunos hombres pue–
den representar a otros lo que es bueno dándole la apariencia de malo,
o lo malo dándole la apariencia de bueno, y aumentar o disminuir a
su antojo las dimensiones de lo bueno y de lo malo, sembrando así
el descontento entre los hombres, y perturbando su paz y bienestar.
Quinto, que las criaturas irracionales no pueden distinguir entre
injuna
y
daño,
y, por tanto, mientras estén a gusto, no se sentirán
ofendidas por sus prójimos. Sin embargo, los hombres causan más di–
ficultades cuanto más a gusto están. Pues es entonces cuando al hom–
bre le encanta mostrar su sabiduría y controlar las acciones de quie–
nes gobiernan el Estado.
Por último, el acuerdo que existe entre estas criaturas es natural,
mientras que el de los homhres se hace mediante pactos solamente,
que es algo artificial. Por tanto, no es de extrañar que, además de un
simple pacto o convenio, haga falta algo más para hacer de él algo
invariable y duradero; lo que se requiere es un poder común que man–
tenga atemorizados a los subditos y que dirija sus acciones al logro
del bien común.
La generación de
El Único modo de erigir un poder común que pue-
ИП
Estado.
da defenderlos de la invasión de extraños y de las in–
jurias entre ellos mismos, dándoles seguridad que les permita alimen–
tarse con el fruto de su trabajo y con los productos de la cierra
y
lle–
var así una vida satisfecha, es el de conferir todo su poder y toda su
fuerza individuales a un solo hombre o a una asamblea de hombres
que, mediante una pluralidad de votos, puedan reducir las volunta–
des de los subditos a un sola voluntad. O, lo que es lo mismo, nom–
brar a un individuo, o a una asamblea de individuos, que representen
a todos, y responsabihzarse cada uno como autor de todo aquello
que haga o promueva quien ostente esa representación en asuntos que
afecten la paz y la seguridad comunes; y, consecuencemence, someter
sus voluntades a la voluntad de ese representante, y sus juicios res–
pectivos, a su juicio. Esto es algo más que consentimiento o concor–
dia; es una verdadera umdad de codos en una y la misma persona,
unidad a la que se llega mediante un acuerdo de cada hombre con
cada hombre, como si cada uno estuviera diciendo al otro:
Autorizo
y concedo el derecho de gobernarme a mí mismo, dando esa autori–
dad a este hombre o a esta asamblea de hombres, con la condición de
que tii también le concedas tu propio derecho de igual manera,
y
les
des esa autoridad en todas sus acciones.
Una vez hecho esto, una mul–
titud así unida en una persona es lo que llamamos ESTADO, en la–
tín CIVITAS. De este modo se genera ese gran LEVIATAN, o me–
jor, para hablar con mayor reverencia, ese
dios mortal
a quien debe–
mos, bajo el
Dios inmortal,
nuestra paz y seguridad. Pues es gracias
a esta autoridad que le es dada por cada hombre que forma pane del
Estado, como Llega a poseer y a ejercer tanto poder y tanta fuerza;
y por el miedo que ese poder y esa fuerza producen, puede hacer
Que
las voluntades de todos se dirijan a lograr la paz interna y la ayu–
da mutua contra los enemigos de fuera. Y es en él en quien radica la
esencia de! Estado, al que podríamos definir así:
una persona de cu–
yos actos, por mutuo acuerdo entre la multitud, cada
Definición de
componente de ésta se hace responsable, a fin de que
Estado,
dicha persona pueda utilizar los medios
y
la fuerza particular de cada
uno como mejor le parezca, para lograr la paz
y
la seguridad de todos.
Esca persona del Estado está encamada en lo que
Soberano y
se llama el SOBERANO, de quien se dice que posee
subdito: qué son.
un
poder soberano;
y
cada uno de los demás es su SUBDITO.
Este poder soberano puede alcanzarse de dos maneras: una, por
fuerza natural, como cuando un hombre hace que sus hijos se some–
tan a su gobierno, pudiendo destruirlos si rehusan hacerlo, o some–
tiendo a sus enemigos por la fuerza de las armas, y obbgándolos a
que acaten
su
voluntad, concediéndoles la vida con esa condición. La
otra es cuando los hombres acuerdan enere ellos mismos someterse
voluntariamente a algún hombre o a una asamblea de hombres, con–
fiando en que serán protegidos por ellos frente a todos los demás. A
esta segunda modalidad puede dársele el nombre de Estado político,
o Estado por
institución;
y a la primera, el de Estado por
adquisi–
ción.
Hablaré primero de un Estado por institución.
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