neral de subditos; o aristocracia, cuando la soberanía está en una
asamblea de ciertas personas, nombradas o distinguidas de algún otro
modo por los demás, quien considere los particulares Estados que
Definición de
han existido o
que
existen en el mundo, quizá no pue-
monarquiay otras
da reducirlos fácilmente a tres tipos; y de ahí, el que
formas de
jg
inclinado a pensar
q u e
hay
Otras
formas
J O
1ÍT7IO.
resultan de una mezcla de ias anteriores. Así su–
cede, por ejemplo, con los reinos electivos, donde los monarcas tie–
nen el reino en sus manos sólo durante un tiempo, o con los reinos
en los que el monarca tiene un poder limitado, a pesar de lo cual, los
escritores siguen llamando a estos gobiernos monarquías.
De
Igual
modo, si un Estado popular o aristocrático somete el
país de un enemigo y lo gobierna mediante un presidente, procura–
dor, u otro magistrado, quizá podrá parecer, a primera vista, que se
trata de un gobierno democrático o aristocrático. Pero no es así. Por–
que los reyes electivos no son soberanos, sino ministros del sobera–
no; tampoco los monarcas hmicados son soberanos, sino ministros
de aquellos que tienen el poder soberano, y tampoco las provincias
que están sujetas a una democracia o a una aristocracia de otro Es–
tado son gobernadas democrática o aristocráticamente, sino mo–
nárquicamente.
En primer lugar, por lo que se refiere a
un
rey electivo cuyo po–
der está limitado a! tiempo que dure su vida —como ocurre hoy día
en muchos lugares de la Cristiandad—, o a un cierto número de años
o de meses —como sucedía con el poder dei dictador entre ¡os ro–
manos—, si el monarca tiene ei derecho de nombrar a su sucesor, ya
no será electivo, sino hereditano; pero si no tiene el poder de elegir
a su sucesor, habrá algún otro hombre
u
asamblea conocida que, tras
la muerte del soberano, pueda elegir otro nuevo. De no ser así, el Es–
tado muere y se disuelve con él, y regresa a la condición de guerra.
Si se sabe quiénes tienen el poder de dar la soberanía después de la
m u e r t e
del soberano, se sabe también
q u e
la soberanía estaba en ellos
antes, pues nadie tiene derecho a dar lo que no tiene derecho a po–
seer y a quedarse con ello si le parece oportuno. Pero si no hubiese
nadie que pudiera dar la soberanía cuando muere el que
antes
había
sido elegido, entonces no sólo es él mismo quien tiene el poder, sino
que también está obligado por la ley natural a asegurar, mediante la
designación de un sucesor, que quienes le confiaron el gobierno no
retrocedan a la miserable condición de guerra civil. Por consiguiente,
cuando fue elegido, era un soberano absoluto.
En segundo lugar, un rey cuyo poder está limitado, no es supe–
rior a la persona o personas que tuvieron el poder de limitarlo; y
quien no es superior, tampoco es supremo, es decir, que no es sobe–
rano. Por canto, la soberanía estuvo siempre en la asamblea que
tuvo
el derecho de limitarlo. En consecuencia, un gobierno monárquico li-
imtado no es una monarquía, sino una democracia, o una aristocra–
cia, como la que antiguamente se dio en Esparta, donde los reyes te–
nían el privilegio de conducir sus ejércitos, pero la soberanía estaba
en los Eforos .
En tercer lugar, a pesar de que en la antigüedad el pueblo roma–
no gobernaba la tierra de Judea, por ejemplo, por meclio de un pre–
sidente, no era Judea, sin embargo, una democracia, porque no esta–
ban los judíos gobernados por ninguna asamblea en la que cualquie–
ra de ellos tuviera derecho a entrar; tampoco era una aristocracia, por–
que no estaban gobernados por una asamblea en la cual alguno pu–
diera participar por ser elegido. Estaban, de hecho, gobernados por
una persona que, aunque para el pueblo de Roma era una asamblea
popular, o democracia, para ei pueblo de Judea, el cual no tenía de–
recho en absoluto de participar en el gobierno, era un monarca. Pues
aunque aüí donde el pueblo está gobernado por una asamblea de
hombres escogidos popularmente die entre ei pueblo mismo, ei go–
bierno se llama democracia, o aristocracia, ocurre. Sin embargo, que
SI el pueblo está gobernado por una asamblea que no es de su elec–
ción, el gobierno es entonces una monarquía: no de un hombre so–
bre otro hombre, sino de un pueblo sobre ocro pueblo.
Al ser monal la materia de todas estas formas de
Del derecho de
gobierno —pues no sólo los monarcas mueren, sino
sucesión.
también asambleas enteras—, es necesario, a fin de conservar la paz
de los hombres, que así como se convino establecer un hombre arti–
ficial, se convenga también establecer una artificial eternidad de vida,
sin ia cual los hombres que están gobernados por una asamblea re–
gresarían constantemente a ia condición de guerra, y los que están go–
bernados por un hombre, regresarían igualinence a esa condición eras
la muerte de su monarca. Esca eternidad artificial es lo que los hom–
bres llaman ei derecho de
sucesión.
No hay forma perfecta de gobierno allí donde las disposiciones
pata, la sucesión no están en manos dei soberano presente. Pues si di–
cha sucesión recae en algún otro hombre en particular, o en una asam–
blea privada, estará recayendo en la persona de algún subdito, y debe
asumirse entonces que ello es así con ei consentimiento del soberano
y que, por tanto, el derecho de sucesión está en éi. Y si la sucesión
no recae en ningún hombre en particular, sino que se deja abierta y
depende del resultado de una nueva elección, entonces ei Estado que–
da disuelto, y ei derecho de sucesión será poseído por aquél que pri–
mero lo consiga, cosa que es contraria a la intención de quienes ins-